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Pietro apenas había podido pegar un ojo durante toda la noche. Bueno, decir que la última noche había podido dormir con tranquilidad era simplemente mentirse a sí mismo. El agudo dolor en su pecho que amenaza constantemente con no dejarlo respirar apenas le permitía pensar con claridad.
No sabía de qué se trataba. De dónde provenía o porqué lo estaba padeciendo. Bueno, eso también era una mentira. Él si lo sabía. Siempre había sentido que desde que la había conocido estaban unidos por una fuerza mucho más grande de lo que ellos conocían. Aunque hace unos años hubiese dicho que esas solo eran tonterías de mujeres, ahora firmemente creía que algo los unia, y que su novia estaba sufriendo.
Podía sentir claramente su pecho contraerse, su corazón bombear tan fuerte que temía sufrir alguna insuficiencia o que se escapara de su pecho en búsqueda de su dueña. No era un dolor físico, no era algo que podía curar con una medicina o un poco de magia. Era algo mucho más grande, más profundo. Cómo si le doliera el alma. Un ardor inherente que lo estaba enloqueciendo lentamente.
Quizá si estaba enloqueciendo, quizá él si necesitaba la ayuda piscologica que todo el equipo le recetaba. Admitía no estar en su mejor momento mentalmente. Hacía meses no sabía nada de aquella muchacha de ojos verdes que le había robado el corazón desde le primer momento, y tampoco sabía nada de su otra mitad, su melliza que había desaparecido de todos los radares que los antiguos vengadores habían puesto.
Habían acordado no alejarse demasiado del punto de encuentro y por lo menos dar señales cada quince días, después de todo, nunca habían dejado de ser los criminales más buscados del mundo. Por supuesto que nadie quería a un grupo de súper sueltos por todo el planeta.
Natasha, quien continuaba al mando del pequeño grupo de rebeldes, como el mundo había decidido llamarlos, discutía ardientemente con su teléfono. Hace semanas que el general Ross continuaba en su búsqueda, más que en otros vengadores. Pietro había decidido acompañarla en todo momento, después de todo, era en quien más confiaba.
Sin embargo, había momentos en los que se arrepentía de su decisión. La antigua ciudad negra estaba siempre en constante movimiento, sin descanso. Y él solo quería relajarse en algún punto y pensar que haría a continuación. Tenía que encontrarlas, estaba desesperado por encontrar a sus mujeres.
Hasta ahora solo tenía unos pocos hilos atados en su diagrama mental. Olivia había desaparecido delante de la prisión de más alta seguridad sin dejar rastro ni obstáculo. Sabía que su hermano, un mocoso de pelo marrón que estaba en los archivos de la antigua base de los vengadores -pietro había tenido que infiltrarse en la base y correr hacia las habitaciones- también había desaparecido, por lo que decían las noticias. Una familia muy adinerada para el gusto del sokoviano lo estaba buscando y ofrecía una gran recompensa por su paredero.
