Sol

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Aizawa era un hombre que no sonreía, nunca o mejor dicho casi nunca lo hacía, nadie sabía muy bien porque, puede que ni el mismo lo supiera pero era una realidad y no había más por eso el comportamiento de su amigo Hizashi no dejaba de sorprenderle.

Hizashi nunca dejaba de sonreir, por muy mal que estuviera, por mucho que le doliera algo siempre había una sonrisa en su rostro especialmente para los demás. Esto a pesar de que era algo que le molestaba al moreno, al mismo tiempo era algo que amaba del rubio, quizá porque el mismo era incapaz de sonreir de esa manera.

Esa mañana como todas, el rubio entro sonriente en la sala de profesores mientras tarareaba alguna nueva canción que habría escuchado en algún lugar. Aizawa se incorporó levemente dentro de su saco amarillo y lo observó con los ojos entrecerrados terriblemente molesto por lo que sus oídos consideraban berridos sin sentido.

- ¿Se puede saber por qué demonios estas tan alegre? - gruño Aizawa al cabo de unos minutos al darse cuenta de que el rubio no había dejado de canturrear ni un solo minuto.

El rubio lo miro con sus ojos verdes muy abiertos, sabía que el moreno era muy gruñón pero nunca había sido TAN gruñón, al menos no con el.

- Hace un día precioso ¿No crees Sho-chan? - dijo con su amplia sonrisa. Aizawa miro por la ventana, estaba nublado, amenazaba tormenta, hacia mucho aire... Podría ser el día que se iniciase el fin del mundo pero según Mic "era un día precioso"

- ¿En serio? - dijo con un sonoro suspiró mientras salía de su saco de dormir

- En mi mundo siempre brilla el sol Aizawa - contesto alegremente, al moreno que se despedía marchándose junto a su saco de dormir dispuesto a dar la primera hora de sus clases.

- ¿Sabes porque siempre brilla el sol para mí Sho-chan? Porque tú eres mi sol... - susurró para si viendo como el moreno se marchaba ajeno a el mundo que giraba a su alrededor.

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