| Página diecisiete |

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El frio no hacía nada más que rozar la piel de su rostro y acariciarla; con su uniforme escolar, su mochila con sus pertenencias y el maletín con su traje de heroína, permaneció parada delante de aquel edificio de gran altura. Sus orbes lo inspeccionaron de bajo hacia arriba sintiendo que éste caía encima de ella a causa del movimiento de las nubes en el cielo; la gente que salía de ahí le mirada de reojo reconociéndola, regalándole miradas llenas de empatía y lástima, mismas que la joven ignoró al tener la vista perdida en el suelo, teniendo recuerdos que deseaba almacenar en un baúl hasta que estuviera lista de verlos de nuevo. Le pidió a su madre dejarla irse sola, que se fuera a casa y descansara un poco más, aunque le sería difícil al igual que ella.

—Vaya que fuiste puntual —habló Mirko caminando con soltura vistiendo su traje de heroína, robando miradas de los admiradores y demás personas que caminaban por ahí. — Escucha, seré honesta contigo. Si cruzas esa puerta estás dispuesta a afrontar lo que viene, tenemos una idea de quién puede ser el villano al que enfrentó tu padre —la morena fue directa, dejándole en claro lo que se avecinaba, no aceptaría a una joven que todo el tiempo se estuviera lamentando, distrayendo y poniéndose en riesgo. Los ojos de la azabache le miraron con gran atención dilatando sus pupilas con tan solo escuchar la posibilidad de encontrar a la persona que se encargó de arrebatarle a su padre.

(Nombre) se quedó pensativa, discutiendo con sus sentimientos qué debería hacer. Si echarse para atrás o continuar y descubrir, quizás, la forma en que su padre murió, además de experimentar emociones similares si un colega llegase a caer en batalla. Era quedarse en esa burbuja de imaginación, donde todo lo que sucede no es más que un simple sueño del que desea despertar y ver todo como antes; o avanzar y afrontar la realidad, de aprender a vivir con ese vacío que se llenará con el tiempo ¿Por qué decidirse...?

Sus ojos se cerraron con fuerza, deseando encontrar una respuesta, algo que menguase el dolor que afloraba en su pecho por desear saber la verdad y negarse a aceptar la realidad a la vez. Deseaba abrir sus ojos y encontrarse delante de la puerta de su casa, esperando a que su padre llegara del trabajo, como todos los días, siendo una niña sin preocupaciones, feliz, evadiendo la vida adulta y todo lo que venía con ella. Aún necesitaba de su padre, aun no estaba lista para dejarle ir...

—Todo esto pasará —su voz se escuchó en su cabeza como un eco sonoro que se repetía una y otra vez prolongándose hasta la lejanía—. Solo ten paciencia, todo esto pasará —volvió a oírla. En su mente se recreó aquella vez que se lastimó su tobillo derecho al jugar sin cuidado, sin importarle su alrededor más que su felicidad al estar corriendo por todo el patio de su casa mientras llovía, los regaños de su madre conformaban el sonido del ambiente del exterior, acompañando a la lluvia como una melodía que le daba un ritmo a sus pasos. La consecuencia de ello, fue resbalarse y toserse el pie seguido de los lloriqueos y llantos que le provocaba la lesión. No olvidaba la imagen de su padre con un gesto preocupado, después de solo mirarla con una sonrisa correr y divertirse, acercándose a ella, dejando que las gotas de lluvia mojaran su cabellera negra cuando corrió a consolarla. Recuerda claramente como sus ojos azules le trajeron calma y solo hipaba conteniendo las lágrimas.

Quizá ahora te encuentres desesperada por no poder hacer lo que quieres y cómo quieres, pero solo es cuestión de tiempo para que regreses a ello... cura esa lesión para no caer en el futuro y si eso pasa asegúrate de reforzarla, no está mal pedir ayuda a tu madre, a mí... —su tacto, juraba sentir su mano acariciando su cabeza con gran suavidad. El aire que corrió la estremeció, sus ojos se abrieron para encontrarse con la mano de Mirko extendida hasta su cabeza proporcionándole aquellas caricias que le recordaban a su padre. Las lágrimas se asomaron por la comisura de sus ojos amenazando desbordarse. Su mano libre llegó hasta los pliegues de su falda aprisionándolos con ésta al ejercer fuerza, luchando por no llorar delante de la heroína. Dio un paso, y otro, y otro... dirigiéndose a esa puerta de vidrio giratoria por donde varias personas entraban y salían, sin permitirle a Mirko ver su rostro.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora