Capítulo 11.

2.7K 478 139
                                    

                             

Gwen Trainor.


La ansiedad es una tortura, llegas en un punto límite donde te preguntas: ¿Qué está mal contigo? Te hace sobre pensar cada cosa de tu vida, cada cosa que hiciste o estás por hacer, te llena de miedo sin sentido trayendo una serie de preguntas tales como ¿Lo que hago está bien? ¿Qué sentido tiene todo? ¿A dónde se dirige mi vida? Parece ser interminable, y es donde llegan las fases depresivas. La fatiga, no querer salir de tu habitación, no querer hablar con nadie, no querer comer o querer comer mucho. Y cuando te das cuenta al punto que has llegado, en vez de animarte a ti mismo, tu mente solo piensa "qué inútil eres" y te hace sentir peor. Lo mágico de la ansiedad es que al día siguiente puedes estar como si nada, de la mejor manera, es un desbalance donde siempre terminará perdiendo tu lado más débil.

Así me he sentido últimamente.

Mi fin de semana pudo haberse basado en salir con Graham, o ir casa de Wells, ir algún club, ver una película con mis padres. Pero no fue así, solo pensaba en Hult. Comía y pensaba en él, me cepillaba los dientes y pensaba en él, iba a dormir y sus ojos esmeraldas aparecían a través de mis sueños. Esa simpleza de él, de poder transformarme en un caos era lo que me causaba pánico, no quería entrar en razón. Me confundía, y debía terminar con estos pensamientos.

A pesar de, nuestro corto tiempo de amistad, veo a Hult y siento que no es la primera vez que hablamos, que no es la primera vez que lo escucho reír. Es como si mi corazón ya lo conociera.

Después de verlo con Camille, mi día dejó de ser divertido, incluso estando con Graham. Mi mente proyectaba ese momento en donde él le sonreía a la chica, me negaba a aceptar que Hult me llamaba la atención, imposible. Nunca en la vida. Esperé tanto tiempo por un simple "hola" de Graham, y eso parece no importarme ya.

No he hablado con Hult desde el jueves que vino a mi casa, y ya era domingo. Tampoco me ha escrito, y tal vez era mejor así. Podía concentrarme en ordenar mis ideas no estando cerca de él. Pero no niego que cada vez que suena mi celular, deseo que fuera un mensaje de él. Lo sé, él tiene razón, soy ridícula. Tienes que dejar de querer las cosas más difíciles Gwen Trainor, eres una perdedora.

—¿Lista para una noche de mímica?— mi papá entró a mi habitación, resonando la puerta con las palmas como si fuese un tambor.

—Estoy algo cansada, no cre...

—No aceptaré un no por respuesta señorita—se cruzó de brazos.

—De verdad papá, no tengo ánimos —dejé salir un suspiro.

—Apuesto que tu padre te los dará—se acercó y se sentó en una esquina de la cama—No has salido de tu habitación ni un solo momento ¿Te sientes mal?—colocó su mano en mi frente revisando si no tenía fiebre. Reí y negué.

—He estado algo... Cansada, eso es todo —me alcé de hombros. Mi falta de ánimo hablaba por si solo.

—Oh ya veo, tienes tu... Estás en tus días— agregó. Penosamente me cubrí la cara con mi almohada y negué.

—No estoy en mis días papá.

—¿Te da pena hablar con tu viejo sobre tu menstr....

—¡Papa! —le lancé una almohada para callarlo.

Recuerdo la primera vez que me vino, fue espantoso. Tenía pena de contarle a mis padres, solo se lo dije a mi mamá quien casi llora de felicidad. Y por supuesto que lo contó a mi padre, quien se lo contó a toda mi familia, ahí estaban todos felicitándome por mi primera menstruación. Hasta Wells se enteró ¿Es increíble? Pues sí, seguramente medio instituto también lo supo, faltaba que lo hubiesen impreso en hojas y puesto por toda la ciudad "Gwen tuvo su primera menstruación, felicitémosla". Fue muy vergonzoso.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora