Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.

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               Nota: Escuchar Sunflower, de Post Malone y Swae Lee. Sin la canción, el capítulo no                tiene vida.    

                       

Gwen Trainor.


Luego de mi aburrida e innecesaria clase de geometría, la cual gracias al universo era la última, me encaminaba hacia el campus. Justo a la habitación de Hult. El mensaje de Callum avisándome que el chico se encontraba allí, me llegó a mitad de mañana. Pues tenía la suerte de poder estar a solas con él y hablar. Lo que me había dicho Bailey ayer me hizo recapacitar.

Mis pies se detuvieron justo en su puerta, sin saber si tocar o simplemente pasar. ¿Y si estaba ocupado? ¿O vistiéndose? ¿Tal vez desnudo? ¿Lo vería desnudo?

¿Es en serio? ¿Por qué debes pensar tanto las cosas? Calma tú mente pervertida.

Mi conciencia hizo un severo llamado de atención. Con la firmeza en alto, tomé el pomo lo giré y abrí. Por la abertura que gradualmente se expandía a medida que la deslizaba hacia atrás, pude oler el alcohol que fácilmente se concentró en una habitación tan pequeña. Esta no era tan diferente como a la que compartía con Pamela. Se parecían.

Pude apreciar una cama vacía a la izquierda sin tender y con algunas prendas de ropa encima de ella. Y al voltear a la derecha, el largo cuerpo del chico se hallaba tendido en su cama. Profundamente dormido al parecer. Apenas se veía por la cobija que lo cubría de pies a cabeza. Dejando solo, desde su nariz hasta arriba descubierto. El corazón se me llenó de ternura, así como también dio un vuelco al percibir una botella de ron a una esquina en el suelo de la parte superior de su cama. Solo le quedaba un dedo y medio de líquido. ¿Se le había bebido toda, él solo? Esperaba que no fuese así.

Con cautela, tratando de no hacer ruido. Casi en puntillas, fui hasta su cama. Donde en el camino, lastimosamente me tropecé con un vaso de vidrio el cual, al caer hizo mucho ruido. Me había dado justo en el dedo más pequeño del pie.

—¡Auch!— solté un alarido entre dientes. Estiraba mi pierna hacia arriba, mientras tomaba el pie entre mis manos y daba pequeños saltitos con mi otro pie disponible. Tratando de no perder el equilibrio. ¡Genial! Mis llegadas desastrosas parecían ser mi nuevo estilo.

En alerta, miré hacia el castaño. Que sorprendentemente ni se inmutó a siquiera abrir un ojo por el ruido que ocasioné. No escuchó. Era como una roca. Después de unos segundos de dolor, me posicioné a un lado de Hult. En su cama. Sus facciones estaban suavizadas, su respiración era quieta, muy lenta. Y me pregunté: ¿en qué estaría soñando?

Se notaba tan profundo que parecía no soñar en nada. Cada vez que daba una exhalada, ese apestoso olor a ron me inundaba. Para mí, sus excusas del por qué bebía, eran solo excusas. Nada más que eso. Era otra cosa que le ocurría. Pero no podía adivinarlo. Comprender a Hult es como comprender a una pared. Su estado de ayer... Catatónico, jamás lo había visto de esa forma. Como si estuviese huyendo de algo, o le temiese.

—Tu mirada en mí, no me deja dormir —murmuró el chico apenas audible, puesto que su boca estaba debajo de las sábanas. Inmediatamente sonreí al saber que estaba despierto.

—¿Mi mirada y no el vaso?—le había cuestionado. Al instante uno de sus ojos se encontraba abierto. Esta vez no había perdición en su iris.

—Eres un desastre —comentó con diversión. Tomé un extremo de la cobija descubriendo solo un poco al chico. Noté que no traía camisa, con solo unos shorts negros puestos. Recogí mis piernas y me metí debajo de la cobija. Acercándome al cálido cuerpo de Hult. Había estirado su brazo, para que pudiese apoyar mi cabeza allí. Quedando los dos envueltos entre las sábanas y muy acurrucados.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora