Capítulo 10.

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Hult Sullivan


Maldita sea. Mi cabeza daba vueltas.

Traté de abrir los ojos, viendo distorsionadamente la habitación. Todo se movía, mi cama se movía como si fuese una de esas de agua. El suelo parecía ser consumido por el mismo. Pasé una mano entre mi cabello, dándole un pequeño estirón. Con todo el esfuerzo me impulsé para quedarme sentado.

Ahora la gravedad me llevaba hasta el fondo. Muy en el fondo. Estiré mis piernas, para disipar mi dolor de cuerpo por la mala forma en que había dormido. Una botella, sonó su cristal al caer al suelo por mi pierna que la golpeó.

Por suerte no se quebró... Al menos no la oí romperse. Vi la hora en ese reloj digital que Callum puso en la pared de enfrente de nuestras camas. Marcaba las cuatro de la tarde, la hora se me pasó. Callum ni siquiera estaba en la habitación. Tampoco sé cuándo llegó, pero si deducía que había llegado porque la ropa que usó anoche, estaba doblada encima de su cama.

Debería estar estudiando para los exámenes de esta semana, sin embargo, no creo que la resaca me deje pensar, aunque sea mi nombre. Algo dolía en mi cuello, pasé una mano por la zona y me di cuenta que era el tatuaje reciente que me hice con Gwen... Carajo, Gwen.

Estaba tan ebrio ayer como para responder sus mensajes. Me había quedado dormido. Prefiero dormir, cuando duermo mi mente no hace ruido. Creí que bebiendo la voz no vendría, pero ayer descubrí que estaba equivocado. Volvió, y se quedó más tiempo de lo normal. Mucho más. Seguía resonando, creando ese eco. Gritando. Era insoportable. ¿Cómo puedes huir de ti mismo? Simplemente es imposible. Agarré mi celular y lo encendí, lo primero que vi cuando prendió, fue el rostro de Gwen. Había puesto una foto de ella en mi fondo de pantalla. Pero era tan despistada que no se ha dado cuenta. Sonreí instantáneamente hacia la pantalla. Se sintió bien verla, aunque sea en una foto.

Cuando estoy con ella, me siento bien. Me encuentro a mi mismo, a través de sus ojos. No quiero crear dependencia, no quiero depender de Gwen para poder estar bien. Es realmente jodido. Estoy más jodido que nunca. Y si no hago algo, voy a traer consecuencias. ¿Pero hacer qué? No sabía qué me pasaba.

Llevaba tantas cosas en la cabeza, quizá mil millones. Que la única forma con qué sacarlo, era mediante los dibujos. Me puse de pie, estableciendo mi equilibrio, para así buscar unas cuantas hojas y mis lápices de grafito. Coloqué todo en el pequeño escritorio de roble, arrimé la silla hacia atrás y me senté. Tomé uno de los lápices, con la punta perfectamente sacada y empecé a plasmar todo lo que llevaba por dentro.

No pensaba, solo lo hacía. Todo provenía desde el fondo de mi cabeza. Todo lo trazaba en ese pedazo de papel. Dibujar era una muy buena forma de sacar mis emociones. Como de vez en cuando me gustaba crear pequeños poemas, pero no es algo que hago siempre. Solo a veces, cuando de verdad quiero decir algo tras palabras. Es un lado de mi que no se conoce.

De pronto los minutos transcurrieron y ya iba por mi quinta hoja. Hojas que luego serían desechadas a la basura. No las guardaba, solo las usaba como desahogo para luego botarlas. Pero me fui forzado a no seguir cuando la puerta sonó. Eché unos quejidos entre dientes al pararme e ir a abrirla.

—No me jodas— gruñí cuando la cara de Bailey estaba en frente de mi. La iba a cerrar de un portazo, pero puso un pie interfiriendo.

—Necesitamos hablar, 234 —manifestó. Notablemente en mi cara le daba a expresar mi desprecio.

—No me vuelvas a llamar así —cuando te marcan con el número de un Ángel Rebelde, se refieren a ti por tu número. El jodido de Bailey, cuando era un niño se acostumbró a llamarme de esa forma. Para evitar que en su memoria estuviese mi nombre, y así no tuviera "relación" con nadie de la legión.

Ángel 234(I&II)Where stories live. Discover now