⊰CAPÍTULO 11⊱

1.3K 152 21
                                    

Sev se levantó despacio, con los puños apretados y la espalda recta, más su expresión aburrida parecía cincelada en su rostro, como el de una estatua con expresión eterna. PJ alternaba su vista entre Sev y yo, con el pelirrojo aún retorciéndose bajo su mano.

—Déjala ir, Gul. —demandó, tirando del cabello del pelirrojo.

¿Por qué lo llamaba de esa forma?

Sev se cruzó de brazos. —¿Y si no qué? ¿Asesinarás a mi sirviente? ¿Harás que mi hermano baje del cielo?

—No. —PJ metió una mano en su bolsillo, extrayendo un collar con una pequeña piedra verde colgando de él. —Pero si destruiré esto.

Puedo jurar que vi un pequeño cambio en la expresión de Sev, casi como la sorpresa pasando a la rabia y luego al terror. Su postura también varió, sus hombros más cuadrados que antes.

—¿De dónde...?

—Déjala ir. —repitió mi mejor amigo.

Algo aquí no cuadraba. Estaba tan confundida, perdida en un mar de piezas de un rompecabezas con fichas perdidas. ¿Cómo se conocían ellos dos? ¿Cómo sabía dónde estaba? ¿Cómo...?

—Ella no está atada. —Sev se encogió de hombros.

—La tienes retenida.

Sev miró sobre su hombro, a mi, aún temblando en el suelo, con las piernas bien apretadas a mi pecho. Su mirada me aterró.

—Ella está libre.

PJ me miró, luego a Sev y así de nuevo. El pelirrojo seguía retorciéndose en sus manos. El sirviente de Sev, como él mismo lo llamó.

—Amelee. —salté un poco asustada al escuchar mi nombre. —Ven, Ame.

Miré dubitativa entre los tres. A Sev con su postura firme, a PJ con la preocupación grabada en sus ojos azules y al pelirrojo intentando escaparse. Me levanté con cuidado, temiendo con la fuerza de mis piernas, en el no poder avanzar. Di solo un paso cuando Sev estiró su brazo, para evitar que siguiera.

—Sabes perfectamente que estoy en mi derecho de tenerla. —siseó.

El agarre de PJ en el cabello del pelirrojo cambió, tirando un poco más. —No, aún no puedes.

—Ella es mía, Salvatore, lo sabes perfectamente.

Me congelé. Miré entre PJ y Sev, casi conteniendo la respiración.

—Ella aún sigue bajo mi cuidado. —PJ dio otro paso al frente, el cuerpo del pelirrojo siendo arrastrado como si no pesara nada.

—Ella me debe un favor.

La mirada que me dirigió PJ después de aquello me hizo querer encogerme, como esas miradas que me dirige la abuela cuando digo una grosería.

—Lo que sea que te deba, cobralo a tu hermano. –PJ dio otro paso.

—Sabes que así no es como funciona, Salvatore. —No tuve que mirar a Sev para saber que estaba sonriendo, una sonrisa cruel, astuta.

PJ dio otro paso. —No me interesa. Ella no hará nada.

¿Acaso hablaban en otro idioma? ¿O eran códigos? No entendía nada y me estaba comenzando a desesperar.

—¿Acaso quieres que te lo cobre a ti? —cuestionó con sorna Sev, también dando un paso al frente. —¿Sabes que eso no te dejará bien parado ante mi hermano?

PJ dio otro paso, como si estuviesen en una especie de reto o competencia en donde quien más se acercara al perro que muerde ganara. Yo también di otro paso, casi inconsciente.

—Mi trabajo es protegerla, protegerla de ti. —repitió como si fuese algo que dijese día a día. —Eso no me dejará mal parado ante nadie.

—¿Y todo para qué? ¿Para que dentro de pocos meses la tengas que traer a mi puerta? —Volvió a burlarse Sev.

Los rasgos de PJ se endurecieron. Nunca antes había visto esa expresión en él, llena de ira, la mirada de un animal que no le teme a nada.

—Sabes que puedo herirte de por vida, Gul. —siseó PJ.

Sev agrandó su sonrisa. —¿Me estás amenazando? —resopló burlón. —¿En mi propio reino?

PJ dio otro paso, casi confirmando las preguntas retóricas de Sev.

—Explíquenme que es todo esto. —Yo también avancé, tan candada de intentar leer entre líneas sin descubrir nada.

El primero en girarse fue Sev, con una sonrisa maniaca en sus labios que me hizo retroceder los pasos que di, hasta quedar pegada a la pared cerca de la chimenea. PJ dio otro paso, esta vez en mi dirección.

—¿Tu novio no te lo ha dicho? —cuestionó con burla Sev. Miré a PJ con los ojos abiertos de par a par, con el terror grabado en cada perímetro de su cuerpo. —¿No te ha dicho sobre...?

—¡RECUERDA QUE NO PODEMOS DECIR NADA! —rugió PJ.

Todo pasó tan rápido que por parpadear un segundo, me perdí del momento en que mi mejor amigo arrojó al pelirrojo a algún lugar y luego aventó a Sev. El pelinegro dio solo un paso atrás, tocando la parte de su cuerpo que había entrado en contacto con las manos de PJ. Dirigí mi mirada en la misma dirección, lo que conseguí me hizo abrir los ojos hasta sentir que se iban a salir de mis cuencas.

En el lado izquierdo del pecho de Sev, cerca de su hombro, la mano de PJ estaba marcaba en la blanca piel Sev. Lucía como una quemadura de tercer grado, algo que no me esperaría ni en un millón de siglos.

Con la respiración agitada, PJ llegó a mi lado, tirando de mi brazo con una violencia impresionante, intentando sacarme de la sala, pero algo dentro de mi me lo impedía. Devolví la mirada al pecho de Sev, con aquella herida al rojo vivo. No supe que fue lo que me impulsó a soltarme de esa forma, casi enviando por los cielos a mi mejor amigo. Posiblemente estaba loca, drogada, no lo sabía, solo sabía que estaba de nuevo frente a Sev, con la urgencia pidiéndome que lo ayudara a sanar esa herida.

—No me toques... —casi ladró como animal salvaje, pero apenas y me importó.

—¿Amelee, qué estás haciendo? —chilló PJ desde el otro extremo, aún en la entrada.

Pasé mis manos desesperada por el lugar de la herida de Sev sin llegar a tocarla, sin importarme que este estuviese dándome manotazos de vez en cuando. Lo miré directamente a los ojos, libre de cualquier sentimiento que no fuese la preocupación.

Una vez por culpa de mi mamá me quemé con aceite caliente toda mi mano, la quemadura no siendo ni lo mínimo de esta, pero recuerdo que la abuela me puso una pomada y un poco de azúcar. Por aquí no venía ninguna de las dos y, algo me decía que no me la iban a facilitar. Mi corazón bombeaba a toda velocidad, la preocupación, el miedo me minutos atrás y la frustración logrando que salieran algunas lágrimas furiosas.

La congelada mano de Sev repasó mi rostro rápidamente, quitando todas las lágrimas que pasaban y luego poniendo la misma mano en su herida. Parpadeé sin entender lo que sucedía, hasta que la quemadura dejó de verse tan mal, bajando de grado.

—Pero... ¿qué fue eso?

Me giré para recibir alguna respuesta, cuando el brazo de PJ volvió a tirar de mi, esta vez logrando sacarme de la sala y segundos después, de todo el lugar.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora