⊰CAPÍTULO 17⊱

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Mis ojos seguían sin poder creer lo que estaba viendo. Después de tanto tiempo este bastardo por fin se aparecía y, lucía como si no hubiese pasado nada, como si el que me abandonara en tal situación no fuese la gran cosa.

—Niño tonto. —habló mi tía como si nada, aunque yo no podía dejar de ver a mi hermano. —Todas las leyenda son reales. Tal vez están exageradas, pero siguen siendo reales.

Lucía más adulto con aquella barba oscura. Sus ojos se veían cansados, exactamente como siempre lo habían estado, pero había algo nuevo que no lograba comprender. Su azul casi gris, ese color que enloquecía a las chicas del pueblo, carecían de emoción.

El fuerte aplauso que dio mi tía me hizo saltar, volviendo mi atención a ella. Tenía el mapa enrollado y lo agitaba al viento como una batuta. El granjero estaba a pocos pasos de ella, otro de sus fanaticos, por lo que escuché. El hombre lucía asustado y a la vez encantado con estar al lado de ella, sin importarle que más de una vez mi tía le volara la gorra con el papel. Ella parecía ir a cazar ballenas.

—¡Por eso hoy esa es nuestra excursión! —dijo emocionada. Mi abuela Penny rodó los ojos, irritada de la voz de mi tía. —Tienen hasta que el Sol se oculte para conseguir alguna pista. Sino, los lobos se los van a comer vivos. —Y finalizó con una gran sonrisa.

Mi abuela la vio horrorizada. —¡Está lloviendo, vieja loca! ¿Pretendes morir aquí mismo?

La tía Sofie volvió a torcer los labios, las pequeñas arrugas ahí resultando más que de costumbre. Elevó su dedo dando giros al viento frente a mi abuela.

—Viejo tu culo, Penny. —siseó. —Además, solo es llovizna. No te vas a morir por esto.

Si, el clima llevaba así desde que llegamos. Más bien, llevaba así desde que comenzamos a subir la montaña, con PJ de piloto diciendo que bajar la montaña con la carretera así de mojada iba a ser muy peligroso. Qué bien que íbamos a pasar ahí la noche —nótese el sarcasmo—.

—Yo iré a la casa. —sentenció mi abuela, quitando la cobija de los hombros de mi tía y encaminándose a la granja.

Mi tía solo rodó los ojos. Se fijó en todos nosotros, con los brazos cruzados y esperando a que alguno también pusiera una objeción.

—así no lo hacen dormirán en los establos. —Y tomó ella misma su dirección lejos, abriendo su mapa y su traje produciendo ese irritante sonido de el látex al rozarse.

Todos nos miramos sin saber qué hacer, mi hermano siendo el primero en caminar en la misma dirección que mi tía. No tardé en seguirlo, saltando en aquel irregular terreno con las botas de caucho que la tía Sofie nos facilitó a todos.

A ese punto mi cabello ya estaba esponjado, por mucho que lo tuviese trenzado, igual parecía una esponja. El frío me tenía los dedos entumecidos y las piernas me temblaban. Pero el ver a mi hermano se sentía cómo volver a casa después de una tormenta.

—¡Jonathan, espera! —chillé, intentado seguir su paso.

Él no tuvo piedad, siguió caminando abriendo más sus piernas para ganar más ventaja. Mis piernas al estar un poco gordas no me permitían caminar con la agilidad de él, pero logré alcanzarlo, sosteniendo una de sus mangas para detenerlo.

—¿Por qué me estás evitando? —solté sin aire, dolida.

Sus ojos se enfocaron en mi, cansados como siempre. Pero se veía severo, con los labios apretados y sus puños igual. No entendía esa expresión que tenía, ni mucho menos por qué me la dirigía a mi.

—Este no es el momento, Amelee. —siseó con los dientes apretados. —Sigue este estúpido juego y déjame en paz.

Solté su manga como si se tratara de hierro caliente. Sentía como mi corazón se comprimía hasta quedar como una pasa, y dolía tanto como una quemada de tercer grado. Él se alejó de nuevo, sin interesarle que me hubiese lastimado.

Pacto con el diabloWhere stories live. Discover now