⊰CAPÍTULO 36⊱

773 96 13
                                    

Tanta aproximación me estaba asfixiando, aunque tuviese miles de kilómetros de terreno y monte alto, con Sev tan cerca y los demás ocasionalmente rozándome, no podía dejar de sentirme enjaulada. Era para mi propio bien, así que sacudí mi cabeza y seguí mirando al rededor. Debía haber algo que nos indicara dónde estuvo ese tal río y su nacimiento.

Di un paso. Sev también. Suspiré. El suelo estaba lleno de diferentes flores silvestres, incluso de varios árboles, cerca debían haber pinos porque el olor llegaba hasta allí.

—Tú deberías saber dónde está el lago. —murmuré, dando otro paso sobre la resbalosa tierra. Los montículos, las piedras y la inclinación hacían este lugar el perfecto para un suicidio accidental.

—No estuve aquí antes de la desaparición de Sarah. —admitió, caminando sin preocupación. Claro, él no se iba a matar. —Escuché algo sobre lo del tesoro hace muchísimo tiempo, solo que no lo recordaba.

—¿Y no sabes dónde está? —Eso haría súper feliz a Rahmij, saltaría como conejo después de dar demasiado con su pareja.

—Dije que escuché sobre algo, no que sabía todo.

Torcí los ojos.

Qué patético. ¿Para qué tener miles de años y no saber nada de nada? ¡Ni siquiera un buen chisme!

—¿Sabes algo sobre el tal Fernando? —No pretendía llevarme bien con ese hombre, después de todo, era un ser diabólico y por naturaleza perverso. Pero cómo odiaba el silencio, me ponía nerviosa, me hacía sentir incómoda.

—Está desaparecido. —No me sorprendía realmente. Sev parecía tampoco estarlo, su mirada fruncida en los árboles cerca de nosotros. —Es tarde.

Parpadeé confundida. No sabía a qué se debía el cambio de tema. Fue abrupto.

Miré al cielo sobre nosotros, los colores naranja, rojo y rosado dispersos en una hermosa y natural obra de arte. El día que muriera, esperaba estar en un lugar con un cielo así, eterno. Intentaría descubrir qué tantos colores lo conformaban, cuánto tardaba cada uno en funcionarse con el otro.

—Ya te tienes que ir. —volvió a hablar, su ceño fruncido ahora sobre mí.

—¿Por qué? Aún no conseguimos...

—Tu noviecito está desesperado buscando debajo de cada roca solo para encontrarte.

¡Cierto!

Había olvidado completamente que PJ estuvo conmigo en la biblioteca, que prometió pasar a verme cuando pudiese o fuese a su descanso. ¡Debía estarse quitando los pelos! Me iba a matar apenas me viera, lo sabía.

No dije más nada y dejé que Sebastián me devolviera a la biblioteca, por mucho que me quejé internamente, sellé mi boca casi con pegaloca para no decir nada. Intenté no reflejar mi incomodidad ni siquiera con mis ojos. PJ siempre me dijo que era fácil de leer, mis ojos siempre me delataban. Pero esta vez intenté con todas mis fuerzas que no me delataran.

A los pocos segundos de parar de nuevo en la mesa donde estaba antes, JJ, el amante y amigo de mi novio, apareció frente a ambos. Su ceño estaba completamente fruncido, amenazante, aterrador, incluso más que el mismísimo Sev.

—¡Vaya! Tenía demasiado tiempo sin verte, Jerau. —silbó Sebastián a mi lado, sus manos despreocupadas en sus bolsillos.

Otra vez, estaba confundida. Parecía que ellos se conocían todos con todos, posiblemente se reunían cuando nadie sabía a hacerse la pedicura, o a pasarse los mejores estimulantes y esteroides del mercado. Quién sabe.

Pacto con el diabloWhere stories live. Discover now