⊰CAPÍTULO 25⊱

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Ahora estaba perdida, en la lista negra del mismísimo diablo. ¿Por esto me darían refugio en el cielo? ¿Sería aceptada? No, no lo creo. Estar en aquella lista solo me daba un mejor puesto en el infierno, en un círculo que el mismísimo Dante no podría describir.

Alguien había dejado el poemario en la habitación que la abuela me dio, justo en el centro de la cama. En un principio lo lancé con tanta rabia sobre el suelo y pisoteé que la tía Sofie pensó que estaba practicando algún baile folklórico. Cuando lo recogí, sus perfectas páginas ya estaban dañadas, algunas arrancada y otras llenas del muerte de mis zapatos.

Era una pena, un libro tan antiguo y tan bien cuidado había sido destruído por mis pies sin piedad, el autor del libro debía estarse retorciendo en su tumba, así como las mismísima Sarah.

Las marcas de las garras de Sev quedaron marcadas en mi piel todo el tiempo que duró mi ducha, mientras soltaba mis lágrimas furiosas y golpeaba el azulejo con mis puños. Ahora mis nudillos estaban rotos, sangrando y llenos de morados. Mis uñas estaban rotas, tanto como mi alma.

Él me arrojó al suelo y luego escupió palabras que apenas pude entender. No recuperé mi normal respiración si no hasta ya estar sentada en la cama, con el cabello suelto cayendo a mis lados y mi nariz tapada por los mocos.

Sus palabras seguían clavadas como cuchillos en mi espalda, seguía ardiendo cada una de ellas. Cuando ya todo estaba oscuro, cuando no escuché ningún ruido en toda la casa, salí por la ventana, con una gran mochila a mi costado llena de todas aquellas pertenencias que había tomado cuando la detective nos hizo dejar la casa por "seguridad". Llevaba puestas mis viejas botas de educación física, así como como un gran suéter que me protegiera del frío que siempre hacía a inicios de año.

Mi cuaderno de notas estaba aferrado en mi mano derecha, el poemario dentro de mi mochila en algún lugar donde no lo viera a primera vista. Sabía que era peligroso salir a esa hora a la calle, podía encontrarme con alguno de los policías que patrullaban la calle, con la mismísima detective o Vis y su compañero. Pero debía irme, estar lejos de aquel lugar. No pertenecía ahí.

Mi familia siempre me odió. Mi abuela podía saber lo de Sev, así como mi tía Sofie. Yo ya no pertenecía con ellas, nunca lo hice. ¿Qué era esa pieza que me faltaba? Sollocé bajo, con lágrimas agrias cayendo por mis ojos. Me preguntaba si esto era lo que estaba esperando mi abuela que pasara, que me fuera yo sola, así ella no quedaría con ese remordimiento.

Lloré incluso más fuerte, sin importarme el ser escuchada. Sev logró su cometido, me dejó en aquella profunda depresión en donde me guiaba sola a través de la noche. ¿Por qué alguien debía ser tan cruel? Llegué a la carretera tan rápido que me sorprendió, aquella que llevaba lejos, fuera del pueblo, fuera de todas esas personas que me odiaban en secreto. Mi vida estaba peor que nunca.

Gimoteé, dando mis primeros pasos fuera, adentrándome en el bosque como si estuviese entrando a mi casa. Nadie me detuvo, ni un policía, ni PJ ni siquiera algún fantasma.

Mis labios temblaron de solo recordar el nombre de mi amigo. Novio. Todos lo llamaban así menos yo, desperdicié tanto tiempo en el que pude siquiera darle el placer de llamarlo así, ahora iba a desaparecer para siempre y nunca más lo volvería a ver, la única persona que sabía cada verdad detrás de mi y nunca se alejó.

No podía, era su trabajo estar cerca de ti.

La voz en mi cabeza tenía su voz, la de Sev. Pateé una roca furiosa, no podía dejarme en paz ni siquiera en ese momento. La luna estaba oculta ese día, por lo que era peor para mi ver algo. Había abandonado mi teléfono en casa de mi abuela, así como cualquier cosa que pudiese delatar mi paradero a cualquiera.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora