⊰CAPÍTULO 12⊱

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No me puedo decidir si entre lo que ocurrió fue realmente u otra cosa producto de mi imaginación. El despertar en mi cama boca abajo, con la ropa impecable y mi cabello aún trenzado no me daba ningún indicio. No tenía tierra, o algo que me dijese que eso había sido real. Ni siquiera tenía un cardenal en la nariz, donde se suponía que el pelirrojo me había golpeado.

Nada. No había nada.

En la cocina estaba mi tía Sofie devorando de una sopa que preparaba mi abuela mientras ambas veían El Zorro en una antigua televisión que trajo la abuela de su casa. Estaban tan sumergidas que apenas y se dieron cuenta cuando entré.

Todo parecía normal, como todos los últimos días en donde nos disponíamos a intentar ignorar los problemas y solo comíamos como morsas. Pero dos días después, cuando PJ seguía sin aparecer o responder mis llamadas, me decía lo contrario.

Tomé las llaves de la casa, con mis pantalones largos de pijama de color rosa, una camisa de tiras negras y mi cabello en una coleta. PJ no vivía tan lejos, así que podía irme caminando sin problemas y, al ser domingo, con todos en la iglesia, era más sencillo. Llegué después de unos quince minutos, el auto de su mamá no estaba, más no me preocupaba que se hubiese ido con ella. PJ casi nunca iba a la iglesia y, cuando iba era solo para acompañarme.

Toqué el timbre. Su hermana también nunca iba a la iglesia, pero considerando la hora debía seguir clavada en la cama. Pasaron aproximadamente unos cinco minutos y nadie abría, así que volví a tocar con más insistencia.

—¿Buscas a tu novio, niña? —La voz de la policía me hizo tensar en ese momento, obligándome a mi misma a girar para encararla.

La pelirroja me observaba con una sonrisa hipócrita, apoyada desde su auto con un blazer negro y unos pantalones a juego, más tenía una camisa de color esmeralda un poco transparente, pero solo un poco.

—Buenos días. —Me obligué a saludar, forzando también una sonrisa hipócrita. —PJ es solo mi amigo.

Ella forzó un poco más si sonrisa. —¿Ah si? Qué extraño, todo el pueblo ya dicen que son pareja.

¿Y desde cuando esto es de su importancia?

—¿Cómo va el caso? —cambié de tema.

Ella mostró más los dientes. —Ahí va, hemos descubierto ciertas cosas de ayuda en el cuerpo de Gregori.

Asiento, intentando alejar la imagen del cadaver de Gregori de mi cabeza. Recordarlo me enferma y, si lo que ocurrió la otra noche fue realmente, entonces, no sabría cómo lidiar con aquello.

—No se ve bien, señorita Amelee. —comentó la policía, Joy, si no mal recordaba. Dio unos pasos a mi, con los brazos cruzados.

—Si, es que he tenido algunas pesadillas. —admití por las malas.

—He escuchado que vas al psicólogo. —No podía decir qué expresaban sus ojos en ese momento, ya que traía puestos lentes oscuros de sol, pero su sonrisa seguía ahí. Cínica. —Espero que no te encuentres muy grave.

Apreté los labios, aún forzando la sonrisa. —Gracias por preocuparse.

La detective abrió la boca pero el ruido de la puerta al abrirse la detuvo a seguir botando veneno. La hermana de PJ nos observó con el ceño fruncido, parecía recién levantada de la cama, con su pijama arrugada, su cabello cayendo desordenado de su cola y el rostro hinchado.

—Buenos días. —contuvo un gran bostezo.

La detective la observó con los labios apretados y luego movió su cabeza a modo de saludo.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora