⊰CAPÍTULO 24⊱

724 104 6
                                    

Mi abuela iba y venía por la habitación, bastante nerviosa y cargando varios vasos de jugo de naranja libre de cualquier tipo de alcohol. El que la detective Joy nos hiciera irnos a la casa de mi abuela por razones de seguridad había alertado a ambas mujeres, tanto a mi tía como a mi abuela. Ambas decidimos no mencionar nada sobre la foto, de esa forma no las preocuparíamos más, pero sabía que ella investigaría todo sobre eso, ahora creyendo un poco más en mi historia sobre el hombre con una criatura extraña.

Mi hermano había vuelto a desaparecer o, al menos para mi. La abuela no preparó ninguna habitación para él, solo dos en su gran casa de una sola planta. Frank intentaba controlar sus propios miedos mientras dejaba la bandeja con galleta en la mesa de centro. Había ocurrido otro asesinato y ahora todos estaban realmente asustados no entendía por qué Rahmij estaba dejando a su mascota hacer tanto desastre. Si él era el dueño fácilmente podía controlarla.

La detective le estuvo dando las medidas preventivas a mi familia durante toda una hora, hasta que decidí que lo mejor sería ir a tomar una supuesta ducha, cuando realmente solo quería privacidad. Necesitaba hablar con Sev lo más pronto posible.

Me encerré en el baño, poniendo música en mi teléfono para que nadie escuchara lo dijera y, que si llegaban a escuchar algo, lo confundieran con la música.

Enterré mis uñas en la carne blanda de mis piernas, en aquella zona donde mi vestido ya no cubría. Mis nervios me tenían con un dolor estomacal horrible, y solo podía esperar sentada en la taza del baño a que Sev respondiera a mis llamados.

Pocos segundos después, mi música se detuvo por una fracción de segundo, justo en el momento en que el cuero de Sev se hizo presente en el baño, con su típico atuendo oscuro de seda o terciopelo. Su vista se frunció al verme sentada en la taza del baño, pensando que realmente lo había llamado mientras estaba haciendo de mis necesidades.

—Creo saber algo. —Salté fuera, con mis mejillas ardieron de vergüenza. Sev dio un paso atrás, chocando contra la pared del baño. Sí, no era un lugar muy espacioso. —Pero antes de eso, ayer estuvo Vis en mi habitación, después de que te fueras.

Sev parpadeó aburrido. —Ese no era Vis, ese es su compañero. —Ahora fui yo quien dio un paso hacia atrás. ¿Esa cosa tenía un compañero? —Vis no es lo suficientemente fuerte como para tener una presencia, él solo puede acceder a tus sueños. Su compañero si puede tener un cuerpo como tú o yo.

Volví a caer sentada en la taza. Sev decía todo aquello como si habláramos de dulces, de cuál es el mejor chocolate del mundo o la mejor marca de mentas. No, estábamos hablando de demonios, cosas que podían hacerme daño y que justamente eran sus enemigos.

—¿Y si sabías que él estuvo ahí, por qué no hiciste algo? —gimoteé. Sev se encogió de hombros, restándole importancia. Su indiferencia hirió, una puñalada directa y de frente.

—No es mi trabajo protegerte. —Recostó su hombro contra la pared, sus manos dentro de sus bolsillos. —Ese es el trabajo de tu novio.

Salté de nuevo de la taza, furiosa como animal, dando los pasos necesarios para esta frente a él y que sintiera lo molesta que estaba, pero no tanto para que mis pies rozaran con los suyos.

—¿Entonces dejarás que cualquier cosa me ocurra? Dime entonces, ¡¿si yo no estoy, quien conseguirá a tú preciada novia?! ¡¿Tú?! —solté una risa carente de sentimiento. —No lo lograste en estos años, no lo lograrás nunca sin mi.

Sus ojos ardían ante mi, una furia increíble que quemaba dentro de él. Pero se mantuvo en su lugar, solo moviendo sus brazos para cruzarlos en su pecho, una barrera que demostraba que nunca podría traspasar.

—No has descubierto nada que yo ya no sepa. —se mofó, otra profunda daga enterrada en mi cuerpo.

—Y aún así pones tus esperanzas en que yo descubra algo que te lleve a ella. —escupí, mi corazón bastante acelerado. —Me pones en peligro con esos demonios que eres incapaz de controlar y no te interesa.

—Esos demonios no fueron creados por mi o de mi sombra. —Sus brazos cayeron, dando un paso al frente. —Y si mueres, otra persona tendrá lo mismo que tú tienes ahora.

Mis labios temblaron. Sev lo había logrado de nuevo, hacer de cada pequeño pedazo de mi una miseria, algo que no tenía ni el más mínimo sentido en este mundo o importancia.

—Y para cuando descubras quién es esa persona, tu tiempo se habrá acabado. Ella quedará como muerta y tú sin ella.

—No sabes ni siquiera por qué tengo ese tiempo, niña estúpida. No hables de cosas que no sabes.

Bufé. —¡Por supuesto que lo sé! ¡Tú! ¡El mismísimo diablo tuvo que rogarle a la madre de su amante para que le diese tiempo! ¡Para que pudieras reclamarla como tuya! ¡Todo para luego ir a rogarle a una estúpida niña que la encuentra porque fuiste incapaz de hacerlo!

Su mano se alzó con rapidez, capturando mi cuello al instante. Sus garras clavadas en aquellos puntos donde mis venas saltaban, venas que estaban conectadas directamente a mi corazón. Él ejercía precisión, me quitaba el aire y rompía la piel de mi cuello al mismo tiempo. Podía romperme el cuello con facilidad, lo descubrí cuando hizo que moviera la cabeza hacia atrás tan fácilmente como una Barbie.

Sus ojos estaban rojos, sus dientes blancos luciendo como perfectos cuchillos que arrancarían el cuello a cualquiera. Pero mi mirada seguía retándolo, me seguía burlando de él aunque estuviese en un punto que me desfavorecía. Si en ese momento debía morir, lo haría con dignidad. No bajaría la cabeza como todas aquellas veces en las que mis padres me golpeaban, no lloraría por palabras crueles, no...

—Tus padres... —susurró en mi oído, su nariz repasando las líneas que lo unían con mi cuello y rostro. —Ellos sabían de ti. Ellos sabían que estabas marcada para servirme. —Me costaba respirar antes de que hablara, ahora estaba segura que ya no respiraba en lo absoluto. —Pero nunca te busqué, no quería a una sucia humana, así que te dejé con ellos. —sus dientes atraparon mi lóbulo, tirándolo tan fuerte que lágrimas empañaron mis ojos. —Por eso ellos te odiaban, por eso tu hermano te odia. Por eso nunca te quisieron. —Separó cada palabra, para volverse más venenosas de lo que ya eran.

Lo observé con odio, tan profundo y ácido que mi corazón no lo soportaba. Se sentía como el veneno de una serpiente tomando todo mi cuerpo, debilitando mis sistemas. Me estaba matando, cada pequeño pedazo de mi alma se estaba tornando a su gusto, dejaba de ser pura y blanca, me tornaba del mismo color que él.

A este punto ya sentía el rechazo del cielo, ya estaba condenada a arder en el infierno. Pero si este era mi fin y terminaría en su reino para la eternidad, me iría sabiendo que pude lastimar en lo que más le dolía al mismísimo diablo.

—Fue toda tu culpa lo que a ella le ocurrió. —escupí con la poca fuerza que me quedaba. —Tu eres el responsable de que esté muerta.

Pacto con el diabloWhere stories live. Discover now