⊰CAPÍTULO 18⊱

931 107 2
                                    

—¡Creo que no te has dado cuenta que yo sí soy humana! ¡Y que no tengo siete vidas! —chillé aferrada como gato a una gruesa roca. Mis uñas ya se habían partido por el esfuerzo, pero el que Rahmij estuviese tirando de mi para separarme de ella tampoco les daba ventaja.

—No seas llorona. —dijo ahogado de la risa.

Afinqué más las uñas en la dura textura, casi abrazándola. Él dio otro tiro a mi cuerpo haciendo que me soltara un poco, pero rápidamente volví a estar en mi vieja posición.

—¿Acaso no te das cuenta que es una mala idea entrar? —exclamé, logrando que soltara otra carcajada. —Soy humana, eso significa que muero de cualquier cosa.

—No vas a entrar sola, vas a estar ahí conmigo. —dio otro tirón.

—Eso no me tranquiliza. —enterré más las uñas.

Él me soltó de repente, mis rodillas cayendo y recibiendo el duro impacto de la roca a la que estaba abrazada. Las miré sorprendida, llenas de algunos pequeños raspones pero nada grave. Mis ojos volaron a él, quien solo estaba cruzado de brazos mirando al horizonte.

—¡¿Qué ocurrió?!

Él giró su cabeza, con una sonrisa ladina que no prometía nada bueno.

El viento se detuvo por un segundo, así como su olor se hizo más fuerte. Fruncí las cejas al notar que las pequeñas gotas de la llovizna ya no caían en mi nariz, o qué los árboles ya no se movían. ¿Acaso venía la Llorona o qué?

No, peor.

Unos zapatos relucientes apareciendo en mi campo de vista, de pie sobre la roca a la que seguía abrazada como lunática. Los fríos ojos esmeralda de Sev me observaban sin emoción alguna, pero entre ese mar vacío pude ver el claro interés que sentía por saber qué estaba haciendo con esa roca.

—¿Piensas llevarla de recuerdo a tu casa? —cuestionó, su voz lenta y armoniosa como si se tratara de un coro de ángeles.

Solté tan rápido como pude la roca, rodando como una bola fuera de ella hasta caer sobre el pasto mojado. Sus ojos seguían cada movimiento que hacía. Solo en ese momento me di cuenta que la lluvia volvió a correr sobre mi rostro, como si las nubes solo se encontraran debajo de mi.

—¿Para qué me llamaste? —cuestionó esta vez mirando a Rahmij. Sus brazos cruzándose frente a su pecho.

Sev lucia como ese tipo de hombre delgado, no alguien grueso como Rahmij y su hermano. No. El poseía ese cuerpo que cualquier chica querría tener. Pero algo me decía que sus brazos también estaban trabajados, para cómo se tensaba su brazo debajo de esa camisa de satén verde bosque, algo me decía que debía haber más que solo un cuerpo delgado.

—Creo que hemos encontrado alguna pista sobre el paradero de Sarah. —No supe sí eso era una mentira o verdad, por lo dijo tan convincente que hasta yo me lo creía.

—Y ¿qué es? —Pero Sev apenas y parpadeó.

Me levanté lo más rápido y menos llamativa que pude, intentado pasar desapercibida entre aquellos dos. Pero tan rápido como moví un dedo, los ojos de Sev estaban de nuevo sobre mi, examinando.

—Esa cueva. —señaló Rahmij con su barbilla. —¿Sabes algo sobre un tesoro perdido aquí?

Sev volvió su atención a Rahmij, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿Eso qué tiene que ver con Sarah? —Su tono sonaba bastante irritado, pero no había negado nada sobre saber del paradero del tesoro.

—Debe ser un lugar protegido, Gul. No por nosotros porque no siento nada de eso por aquí. —comenzó a explicar mi compañero. —Si conseguimos dar con una pista, ella podrá sentir esa energía. Estará más cerca de sentirla a ella.

Pacto con el diabloWhere stories live. Discover now