⊰CAPÍTULO 29⊱

776 97 3
                                    

Sev no vino ni esa noche, ni a la siguiente o a la siguiente a esa. Ni siquiera envío a Rahmij o a Sebastián, nada, desapareció como un mal sueño, apenas con su recuerdo amargo en mi cabeza.

No pude concentrarme nada esos días, no sintiendo tan marcada su ausencia. Algo me decía que era por PJ, él había confesado cuidarme todo el tiempo, tal vez eso asustó a Sev, tal vez por eso se había desaparecido.

Al cuarto día estaba casi en crisis. No entendía la razón de su desaparición, se suponía que él me vendría a buscar para ver lo de la pista. Estaba la posibilidad de que él ya hubiese resuelto todo este rompecabezas y yo solo me preocupaba de nada, ya estaría libre de cualquier cosa, no sería sirviente de nadie, ya no habría nada que interrumpiese mi vida cotidiana.

Intenté distraerme de aquella extraña desesperación viendo televisión con Frank por la tarde, robándole besos a PJ en los asientos traseros de su auto y leyendo aquel raro poemario. Con cada nuevo texto solo me sentía más desesperada, un poco melancólica y casi suicida. Era un libro muy fuerte para sólo tratarse de poemas.

La detective pelirroja pasó esa tarde por la casa de mi abuela, dándonos el usual reporte de lo que ocurría, de cómo iba el caso y para tomar de los famosos jugos de mi tía Sofie. No me parecía buena idea que una oficial en servicio estuviese bebiendo, pero con la fiereza de mi tía, no creo que ni el mismísimo gobernador se opusiera a ello.

Cuando me fui a dormir, casi muero de un infarto al ver a Rahmij sentado en la cama, con el poemario medio destrozado de Sarah en sus manos.

—Nunca pensé que en ese cuerpecito existiera tanto odio para desquitarse con un pobre e inocente libro. —murmuró Rahmij examinado el libro, a las marcas de mi zapato y aquellas hojas que no pude reparar.

Me sonrojé de inmediato.

—Antes de que lo preguntes, Gul me mandó a buscarte. —volvió a hablar, interrumpiendo mis miles de preguntas.

Cerré con candado la puerta, mirando a cada lado, esperando encontrar alguna pista que me dijera que PJ estaba por ahí. Necesitaba ver si se encontraba bien, si estaba escondido entre los arbustos o colgando de una rama.

—Tenemos que ir rápido. —informó. Parpadeé varias veces, sorprendiéndome de encontrarlo frente a mi, sin el libro o con arrugas en su ropa de cuero.

━━━ • ✙ • ━━━

El reino de Sev estaba a oscuras como siempre, en aquella noche eterna que según Sev, nunca acababa. Por la biblia sabía que el infierno era un lugar de demonios, lleno de fuego y cárceles, en donde nadie veía la luz del día. Pero la mansión de Sev estaba bajo un cielo lleno de estrellas, libre de flamas infernales o cadenas. Era un lugar tranquilo, o al menos lo era la sala donde siempre me llevaban.

Sev se encontraba sentado en el mismo sillón de la última vez que lo vi, mirando a la gran ventana frente a él, con el fuego de la chimenea iluminando facciones de su pálido rostro. Se veía extraño, demasiado tranquilo para mi comodidad.

Habían dicho pocas cosas desde que llegué, enviándome a una gran habitación a varios pasillos de lejanía, en donde fue guiada por el grosero de Darron, quien me obligó a embutirme en un vestido negro demasiado ajustado que elevaba mis pechos hasta mi boca.

Salí de la habitación con la chaqueta de Darron cubriendo gran parte de mi cuerpo porque me rehusaba a exhibirme de esa forma. Me dejaron descalza, saltando de baldosa a baldosa por lo congeladas que estaban. Llegué a la sala de nuevo titiritando del frío, pero Sev seguía en su extraña posición.

Pacto con el diabloWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu