⊰CAPÍTULO 33⊱

772 89 8
                                    

Cuando me Sev me dejó en mi habitación, seguía siendo la misma hora en la que partí. El reloj de mi teléfono brillaba desde la mesa de mi cama, abandonado como mendigo en la calle. Ni siquiera hice la pregunta cuando él ya había leído mi pensamiento y respondido a este.

—El tiempo no avanza en el hotel. —Había dicho. Sus manos dentro de su chaqueta y sus ojos enfocados en el aparato. —No para las personas que entran ahí.

Eso no tenía sentido. Ni el más mínimo. Pero estaba cansada, solo quería dormir y olvidar cada sucio momento de esa noche. Sev me dejó solo dos minutos después, sin decir nada, adentrándose en las oscuridades de la habitación y sin decir adiós. No esperaba ninguno, pero qué grosero al no hacerlo.

Caí rendida al instante, la cama me absorbió como arenas movedizas. Agradecía el haberme cambiado antes de salir de la mansión de Sev, porque estaba segura que ahí no habría hecho nada.

Mi cerebro seguía trabajando a una velocidad admirable, dándole vueltas a cada pequeña cosa, a lo que había dicho el chico; cada cosa que sabía, mis escrituras, el poemario. No dejé de darle vueltas ni siquiera cuando, caí profunda en la inconsciencia, donde solo veía a mis sueños tragarme cada día más.

Las sombras se acumularon a mi alrededor, casi devorándome al instante en que aquellas largas garras me atraparon. Abrí los ojos lentamente, despertando en una habitación oscura llena de fritos, llanto de bebé y cosas que se arrastraban por mi cuerpo.

Entré en pánico al instante, pero no podía hacer más nada que soportar la sensación de serpientes sobre mi piel porque había algo que me retenía, ni siquiera podía hablar, decir palabra alguna o respirar con normalidad, ya que la venda que tenía en la boca cubría parcialmente mi nariz.

Algo cayó en mi cabeza, un líquido caliente, espeso y maloliente. El líquido bajó por mi cabeza hasta comenzar a gotear frente a mi rostro. Era de un extraño color verde brilloso, algo que nunca antes había visto. Algo más cayó a mis pies, un cuerpo inherente, un lagarto, para ser más específica.

Me removí en mis ataduras sin importarme el dolor que esto me causaba. Odiaba todo tipo de reptiles, era la peor de mis fobias. Entre mi forcejeo, logré lanzar a otro lugar el cadaver del animal, el cual fue devorado al instante por una serpiente que parecía envuelta en llamas, un fuerte color rojo que salpicaba hasta sus ojos.

Yo estaba llena de sangre, no sabía mucho sobre serpientes o si ellas tenían la misma atracción de los tiburones por la sangre, pero si esto no era cierto, no le quitaba el peligro a estar rodeada de ellas. Mucho menos cuando había pasado a ser el foco de atención de la gran serpiente de fuego.

Más líquido volvió a caer a mi cabeza, exactamente del mismo color que el anterior. Me seguí removiendo, abriendo más heridas en mis brazos y piernas. Otro cuerpo calló a mis pies y en seguía lo lancé, la serpiente atrapándolo en el aire.

Quería vomitar, correr, llorar, de todo un poco. El terror en su más pura esencia me invadió al instante que sentí algo pesado ascender por mis piernas. Ahí estaba la serpiente de fuego, mirando curiosa a mis ojos, a lo que se resbalaba de mi cabeza. Me sacudí aún más, para quitarla de mí, solo logrando pisar a una con mi muslo y ganarme casi una mordida en la pierna, si no fuera porque está corrió espantada al ver a la serpiente de fuego, seguro ya estaría muerta.

La serpiente se elevó un poco, mirando desde mis ojos inyectados en terror y la sangre goteando sobre mi cabeza. Se comenzó a acercar lentamente a mi rostro, mi corazón acelerado sacudiendo todo mi cuerpo.  Las lágrimas resbalaban de mis ojos con furia, lágrimas de impotencia pura, y miedo.

La serpiente abrió la boca, sus fauces y largos colmillos quedando frente a mi rostro. Grité, grité muy fuerte. También me moví desesperada, hasta sentir la mordida fría del suelo en mi mejilla.

Pacto con el diabloWhere stories live. Discover now