⊰CAPÍTULO 3⊱

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Nunca antes en mí vida había tenido tanto miedo como en esos momentos. Quería gritar, patalear y llorar a la vez, pero algo me lo impedía, y ya no era su mano sobre mí boca. Ahora yo estaba recostada sobre la cama, tieza como un bloque de cemento. En algún lado de la habitación estaba él, observándome, pero no sabía exactamente dónde.

Tenía lágrimas acumuladas en mis lagrimales, querían escaparse y ayudarme a recordar que estaba ocurriendo de verdad ese momento, que algo muy malo me pasaría si no buscaba solución a ese problema.

¿Por qué a mí?

Hay millones de criaturas y personas en este mundo, pero ¿por qué yo tengo tan mala suerte?

Era injusto. El mundo era injusto, me hacía pagar cosas tal vez de mi vida pasada. Puede ser que antes era toda una porquería de persona y ahora lo estaba pagando, cuando no había hecho nada malo.

—¿Quién eres?

Mis ojos se abrieron de par en par. No sabía cómo pude hablar, no sé de dónde saqué fuerzas para hablarle.

Ahora temblaba igual que un chihuahua. Me sentía tan patética en esos momentos, con mocos bajándome por la nariz como niña inepta de ocho años.

—Soy un viejo amigo.

¿Por qué no lloraba? ¿Por qué no me salían lágrimas? ¿Por qué me calmé de esa forma cuando él me habló?

—No deberías asustarte, no te haré nada. —dijo, muy cerca de mi oído.

"Aún" se coló por mis pensamientos, como si lo estuviese pronunciando de verdad a través de mis pensamientos.

—Entonces, ¿qué quieres? —Mi voz tembló y se fracturó en la última sílaba.

Sentí una suave caricia subir desde mi tórax hasta mi garganta. En ese momento me sentí realmente enferma por exitarme de aquella forma ante tal desagradable caricia.

Iba a vomitar, quería hacerlo y estar acostada no me lo impediría.

—Solo vine a ver cómo estabas, —Seguía sin ver su rostro, y de verdad quería hacerlo, quería verlo para decirles a los policías quién fue el lunático que llevo a su mascota a alimentarse con mis padres.

"Tú te sentiste bien al verlos sin vida. ¡Te encanta la idea de que ya no estén aquí!" gritaron mis pensamientos, aunque realmente no eran míos.

—Mándale saludos de mi parte a tu tía Sofie y a ese niñato que dice ser tu novio, —temblé ante la idea de verlos a ambos sin vida, de la misma forma que mis padres.

Después de eso, caí rendida ante los brazos de la oscuridad, como si quisiera hacerlo desde hace tiempo.

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Cuando desperté, mi tía Sofie estaba mirándome con una sonrisa. Froté mis ojos y bostecé. No supe en qué momento me cambié de cuarto, pero ahora estaba en mi habitación, con una baso de jugo de naranja a mi lado.

—¡Por fin despiertas, honey! Eres idéntica a Penny Belly, toda un perezoso, —sonrió y tomó de un trago su jugo de naranja. —Te preparé jugo. Anda, toma, se te quitará la pereza.

Volví a bostezar y batallando con mis extremidades, tomé el jugo de naranja y le di un gran sorbo. Apenas el jugo cruzó mi garganta, tosí como desquiciada por la raspasón que dejó este.

—Le agregué un poco de vodka para que te activaras más.

La miré con los ojos abiertos e intenté que la resequedad en mi garganta bajara con una buena dosis de saliva.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora