Capítulo IV

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Matteo:

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Matteo:

El tiempo caminaba con suma lentitud y mis deseos de que aquella mujer se callara, iban en aumento. Los demás alumnos del salón estaban entre embelesados y dormidos, intentando establecer el contacto visual con el rostro arrugado de la profesora. La clase más lenta de la historia sin lugar a dudas. Cuando ella le dio fin a la lección, todos salieron disparados hacia afuera, como buscando oxígeno para respirar.

Por suerte, esa era mi última sesión antes de terminar el día y como cada miércoles, tenía una cita muy importante a la que asistir. No sé el por qué mis nervios seguían aún como el primer día que hice esto, pero bueno, en eso consiste la interacción con las personas, eso es lo que la hace adictiva.

Llegué a aquella institución y como cada vez que la visitaba, me quedé durante unos segundos, observando el magnífico contraste entre el blanco de sus paredes y el verde intenso en los jardines frontales. Nunca fui un fan de la naturaleza, pero había algo que me hacía amar a todo lo que crecía dentro de aquel sitio.

Yo trabajaba como voluntario atendiendo a niños con Síndrome de Down. Allí las personas tenían siempre esa alegría radiante, te regalaban una sonrisa por cualquier cosa y eso era precisamente lo que más necesitaba. Los motivos por los que me fui de Rusia, dejaron de atormentarme tanto cuando conocí a estos niños, a estas personas tan llenas de amor que regalar.

—Hey, Matteo —dijo Layla, la muchacha encargada del lugar y que me había recibido con los brazos abiertos desde que llegué.

— ¿Cómo va todo? —pregunté, mientras caminaba a su lado.

—Más o menos —hizo un intento por sonreír—, estoy planificando una actividad junto a los padres de los niños, que creo te podría servir como cierre de tu carrera —comentó bastante emocionada.

—Explícate mejor, porque no estoy entendiendo mucho tu punto —tomamos asiento en uno de los bancos de la entrada.

—A ver, Matteo —se giró hacia mí—, hay personas cuyos hijos presentan desde la primera infancia traumas tanto genéticos como psicológicos. Por eso quisiera hacer un pequeño festival, con el objetivo de que los padres en esa situación, puedan unirse a nosotros y así le den a sus hijos una mejor oportunidad de integrarse como ser social.

—Layla, me parece increíble la idea —sonreí—. Pero tienes algo más para decirme, ¿cierto?

—Sí —confesó—, es que hay una niña en cuestión de la que nos reportaron su situación hace unos días, tiene Síndrome de Down y además está sufriendo maltrato familiar.

— ¿Por qué nadie ha hecho nada? —solté en no muy buen tono.

—Nosotros intentamos acercarnos a la familia y mostrarle el lugar, pero ellos están renegados a aceptar la condición de la pequeña —dijo con una extraña expresión en el rostro—. He pensado que a lo mejor tú con un trabajo más exhaustivo, puedas lograr algo con ellos.

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now