Capítulo XIII

27 13 27
                                    

Jane:

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Jane:

Me había quedado dormida junto al Yeti del Himalaya, más conocido como mi vecino. Él llevaba algunas horas sin despertarse, de hecho, el cielo ya comenzaba a oscurecer. La alarma dentro de mí llamada ¨hambre¨ pitaba a más no poder, por ende, me vi obligada a preparar algo de comer, porque seguro la bestia se levantaba atacada, buscando algo que ingerir.

Ante mi poca capacidad para cocinar y sus muchos condimentos opté por eso que le dicen rendirse. Su cocina tenía una organización, que yo no tendría jamás, ni en mis mejores sueños. Para evitar acabar con su orden y porque no tenía ni la más mínima idea de qué hacer con tantas cosas, fui a mi casa por uno de esos paquetes de sopa instantánea con los que me alimentaba, cuando no pedía comida por envío, claro.

Puse el agua a hervir y cuando ya estuvo en su punto, introduje los fideos, acompañados de los ingredientes que trae el pequeño paquete. Silbé como boba mientras todo se cocía y una vez estuvo listo, lo ubiqué en la mesa de madera de su comedor. Entonces sí, iba la tarea difícil, tenía que despertar al ruso.

—Matteo —moví su hombro con bastante delicadeza, pero no surtió efecto—, Matteo, hey —repetí, esta vez con un poco más de intensidad, pero nada, era un oso invernando aquel hombre—, Matteo —le grité y me lancé de lleno encima de él.

—Jane —se despertó sobresaltado.

—Al fin —puse los ojos en blanco e intenté ponerme de pie.

—Si querías subirte encima de mí me lo hubieses dicho, no había necesidad de hacerlo de esa manera.

—Fue mi única solución para despertarte, de lo contrario ibas a morirte del hambre —le expliqué, a la par que me alejaba hacia el comedor—. Yo no pienso cargar con otro muerto más en mi conciencia, así que ven, he preparado un banquete —solté orgullosa, aunque mi concepto de ¨banquete¨ era un tanto peculiar.

—Ya veo que alguien se ha apropiado de mi casa y de mi cocina —comentó bostezando, arrastrando los pies hasta mi posición—. Dame un segundo para darme un baño y enseguida pruebo lo que hiciste con mis productos alimenticios.

—Solo usé agua y una olla de tu casa, ruso —me senté en la mesa y recosté mi mejilla sobre una de mis manos—. Por favor apúrate mientras te bañas que tengo hambre.

—Lo dice la que me puso a dormir.

No sé si sería por miedo a que entrase a la ducha con él, ya que mientras se duchaba no paré de decírselo, o porque en realidad es de los que se alista rápido. Lo cierto fue, que en menos de cinco minutos ya tenía al gigante del Himalaya sentado en la mesa.

Joder, sí que estaba bueno aquel ruso. Gracias a las vistas que proporcionaba su torso desnudo, pude denotar un pequeño tatuaje en su espalda algo ejercitada. Él era de esos que forzaba su cuerpo para salir de sus problemas, pero no puedes alejarte de ellos sin solucionarlos, tienen el arte de aparecer cuando menos lo imaginas.

—A ver —se inclinó sobre la mesa—, ¿qué preparaste? —destapó la olla y soltó una carcajada, en la que mostraba sus dientes blancos perfectamente alineados—. Eres toda una cocinera profesional, señorita Anderson.

—No necesitas hacer más cumplidos, ya me he dado cuenta que sueles ser bastante sarcástico.

—Qué puedo decirte —se encogió de hombros—, es una de mis tantas habilidades, aunque he de admitir, que tú eres un contrincante bastante fuerte en ese sentido.

—Que te den, Matteo —le saqué mi dedo de corazón—, ¿vas a probar mi comida o no? —solté impaciente.

—A veces quisiera coger tu mal genio y enterrarlo tres metros bajo tierra, a ver si te deja vivir en paz.

—Sigue soñando, ruso —negué con la cabeza—, mi mal carácter va a perseguirte por un poquito más de tiempo.

Resultados de la cena; Matteo tuvo que admitir que soy la mejor cocinera del mudo preparando sopa instantánea. Esa no fue la primera vez que comí con el ruso, a lo mejor por eso me sentí tan bien en su compañía. Sus chistes malos y su humor indescifrable, eran lo mejor que me habían pasado en un año entero.

Después de comer, Matteo me invitó a un helado de los que guardaba en la nevera. La verdad, tampoco que tuviese algo muy importante que hacer en mi casa, así que acepté e hice mío su sofá.

—Aquí está —llegó con los dos recipientes de helado en las manos—, ¿de qué quieres, enana?

— ¿Qué traes ahí, ruso? —alcé la mirada intentando leer las etiquetas.

—Menta y chocolate —me fue mostrando a medida que pronunciaba el sabor—, bastante básico.

—Menta —extendí mi mano, esperando que depositara el recipiente y así lo hizo, solo que me dio del helado distinto al que había pedido—, este es de chocolate —le corregí algo confundida.

—Sí, lo sé —admitió—, gracias por elegirme un buen sabor —me dejó una sonrisa y se centró en devorar el helado con el que pudiera haber disfrutado yo.

Para matar el tiempo mientras comíamos el postre, decidimos ver una película, cosa que fue una idea fatal, porque como ya la había visto, sin querer le hice spoiler del final. Aunque debo admitir que, por su cara de frustración, valió la pena.

—No vuelvo a ver otra película contigo —cruzó los brazos en forma de equis.

—Fue sin querer, de verdad quería que sufrieras con el final, pero se me escapó.

—Que no —valió a negar—, prohibido ver contigo una película que ya hayas visto.

—Ves, ahí ya son otros términos —sonreí espontáneamente y la verdad, se sintió demasiado bien.

—Jane —dijo segundos antes de que cayésemos en el silencio incómodo—, lo que viste hoy, fue... —hizo una pausa, intentando buscarlas palabras correctas para continuar.

—No necesitas explicarme, Matteo —me centré en él—, yo soy la menos indicada para juzgar a alguien. Tú me viste en esa clínica de rehabilitación y no dijiste nada, así que esta vez, yo haré lo mismo.

—Igual, debía disculparme.

—En todo caso la que invadió tu espacio personal fui yo, solo que no pienso disculparme —le guiñé un ojo para que no se viera grosero.

— ¿Eras una drogadicta antes? —preguntó a la primera, en un tono algo apagado.

—No debería responderte —dejé salir un suspiro—, odio mencionar los detalles de mi pasado.

—Disculpa, pero como fuiste bastante directa con lo que dijiste antes de salir, supuse que detrás de a loca fachada que llevas por vida, hay algo verdaderamente fuerte que te marcó.

—Como a todos los que estábamos ahí —simplifiqué—, no soy diferente de ellos, de ninguno. Pero respondiendo a tu pregunta, no, no soy, ni fui una drogadicta.

— ¿Entonces cómo terminaste atendida por la Doctora Brown?

—Matteo, basta de preguntas de mi vida, por favor.

—Hagamos algo —propuso con cara de interesante—. Los dos tenemos derecho a hacer cinco preguntas esta noche, de lo que sea, yo ya gasté una así que, llevas ventaja.

— ¿Puedo preguntar lo que sea? —me acomodé de frente a él.

—Lo que sea —asintió con la cabeza.

— ¿Seguro? —inquirí con una pregunta dando vueltas ya en mi cabeza.

—Sí, adelante.

—Entonces, que comiencen los juegos del hambre.

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now