Capítulo VII

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Matteo:

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Matteo:

La cabeza parecía iba a explotarme del dolor. Me preparé una taza humeante de café, luego de haberme dado una de esas duchas largas que te relaja todo el cuerpo. La resaca no era una de las mejores compañías en las mañanas.

Preparé unas rosquillas para desayunar y me senté en la mesa del comedor, mientras revisaba mis pagos atrasados. Por más que había ahorrado antes de entrar a la universidad, el dinero se agotaba, así que la idea de comenzar a trabajar a la par que estudiaba, latió con fuerza en mi cabeza.

Dejé todo tal cual estaba y me encaminé a la salida, con medio desayuno en la mano. Faltaba poco para la hora de entrar a la universidad, así que decidí adelantarme. En cuanto crucé el umbral de la puerta, me encontré con el recipiente, en que el día anterior, le llevé la lasaña a Jane y una nota pegada encima. Agarré el pequeño trozo de papel y guardé la vasija en interior mi departamento.

Nota:

Buenos días, Yeti, gracias por la comida. No te sorprendas si digo mis pensamientos en voz alta más a menudo, con el objetivo de recibir comida a cambio.

Leer sus palabras poniendo su voz de insoportable, me sacó una sonrisa, ella sin duda alguna era una niña mimada. Arranqué una de las últimas hojas en blanco, que dejan detrás de los libros y le respondí.

Nota:

Buenos días, красивая. Es mi placer informarte que para la próxima, haré oídos sordos a tus quejas.

Deslicé el trozo de papel por debajo de su puerta de madera y me fui a clases. Después de todo, seguía siendo un estudiante responsable y con un objetivo claro, o al menos eso intentaba repetirme.

Quizá estaba creando una imagen de mí que no existía, pero era feliz viendo como las personas la aceptaban. Las horas de clases pasaron más rápido de lo habitual y gracias al pequeño inconveniente con Layla, decidí ir a verla y de paso saludar a mis niños.

No tardé mucho para encontrarme caminando por los pasillos en aquella institución, rodeado de pequeños que en cuanto me vieron entrar se lanzaron a mi cuello. Era lindo recibir tanto cariño, aún cuando no lo merecía. Amaba ver sus ojitos brillar mientras les hablabas del tema más trivial del mundo o sus gestos pasionales cada vez que te acercabas.

—Matteo —me llamó Layla desde el otro lado del jardín

—Hola —comenté, tomando lugar a su lado—, Layla, yo te debo una disculpa por lo del otro día.

—Jamás pasó —levantó las manos—, ellos te extrañaron.

—Lo sé, por eso no podía dejar de venir hoy.

—Me alegra que lo hayas hecho —me sonrió con dulzura.

Ella era ese tipo de persona que todos necesitan en sus vidas, de esas con las que puedes compartir tus secretos sin miedos. Layla más allá de ser psicóloga, tenía el arte de abrazarte en el momento justo, buscaba las palabras exactas que deseabas oír y las decía para que estuvieses mejor.

Cuervo // Vínculo // ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora