Capítulo XV

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Matteo:

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Matteo:

Habían pasado dos semanas desde la última vez que me topé con la enana de ropa gigante en los pasillos. Sabía que seguía viviendo en frente, porque aún escuchaba sus maldiciones de vez en cuando. Luego de que había dormido en la casa, no sacaba de mi cabeza su cabello rojizo esparcido en mi pecho, su mano agarrada a la mía mientras dormía tranquilamente.

Por otra parte, mi semana tampoco fue la más tranquila de mundo, había conseguido varias conversaciones con Ángela. Ella la madre de la niña Síndrome de Down, que se negaba a formar parte de nuestro grupo de apoyo.

Al inicio se mostró conmigo bastante fría, intolerante a cualquier intromisión en su vida privada. Pero después de mi persuasión y de que le contase alguna de las vivencias, comenzó a entender que no se hacía más daño a ella del que le hacía a su hija.

Así fue, de poquito a poquito, con pequeños pasos y sin dejar de insistir, que logré vincularas a las dos, madre e hija, al Centro de Apoyo Infantil que dirigía Layla. La niña se veía bastante contenta y la madre, bueno, la madre sonreía más a menudo. Supongo que esa es la recompensa de las personas que trabajan con niños, volver a verlos felices.

Mi reloj marcaba las seis de la tarde, y mi cuerpo ya estaba exhausto por los estudios y mis trabajos independientes. Así que decidí darme una ducha de agua fría, para luego hacer algo que extrañaba un poco, tocar música.

Gracias a que el restaurante en el que hacía los pequeños conciertos, cerró por problemas económicos, mi violín comenzaba a agarrar un poco de polvo. Ubiqué el instrumento en mi cuello y me perdí en la melodía de sus cuerdas. Recordaba la escena de cómo mi padre solía acompañarme con el piano, mi madre observarnos embobada y mi hermana bailaba por toda la casa.

Casi olvidaba la sensación que provocaban en mí aquellas viejas cuerdas tensadas. Era increíble como cada célula del cuerpo respondía ante la sutil sinfonía. Pero como cada pequeño paraíso, no hay calma que dure demasiado, ya que el caos siempre tiene un lugar eterno.

El sonido de una ambulancia, logró sacarme de mis pensamientos y me asomé con curiosidad la puerta a ver qué sucedía. No tuve mucho tiempo de analizar lo que transcurría frente a mis ojos. Se llevaban el cuerpo de Jane en una camilla.

No podía ver nada, de hecho, ni siquiera pude salir del apartamento a asistirla, pues, al ser el pasillo tan angosto, solamente pasaba la camilla. Entré a mi casa lo más rápido que pude, tomé mi celular, dinero y algunas cosas que podrían servir en hospitales y salí desprendido en un taxi detrás la ambulancia.

Llegué al hospital y prácticamente le lancé el dinero al conductor del taxi. Corrí hasta la entrada y el cúmulo de gente caminando de un lado a otro, me mareó un poco. Por suerte, encontré el enorme cartel de ¨Información¨ a pocos pasos de la entrada.

—Hola —saludé a la enfermera—, por favor yo vengo con la paciente Jane Anderson, ella acaba de ingresar —le dije desesperado.

— ¿Es algún familiar? —comentó aquella mujer de forma apacible—, de lo contario no podrá pasar —encarnó una ceja, que, por cierto, llevaba bastante delgadas.

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now