Capítulo XXXVII

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Jane:

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Jane:

Nunca me han asustado los monstruos, porque ya me había enfrentado a tantos, que un más en la lista no marcaría la diferencia. Pero lo que volvía a Matteo más peligroso que el resto, era lo mucho que le quería, pues, teniendo un sentimiento tan fuerte hacia él, no tenía concepción del peligro, era incapaz de definir cuándo ya me había hecho demasiado daño.

— ¿De verdad crees que una persona como yo pueda tenerle miedo a la sangre? —rebatí.

—Te tenías que haber ido cuando te di la oportunidad —acortó la distancia que nos separaba y ubicó su mano en mi garganta.

— ¿Vas a matarme? —dije a duras penas—. Entonces mírame a los ojos para hacerlo, a ver si eso te saca de una buena vez del trance en el que estás.

—La valentía no va a llevarte a ninguna parte, Jane —negó con la cabeza, sin dejar de ejercer presión—. Yo te dije que te fueras, te pedí que te fueras y no me escuchaste —los cambios en la tonalidad de su voz me tenían absorta.

— ¿Por qué rompiste tu violín? —hice un esfuerzo por cambiar de tema, lo que provocó que se alterase más aún.

— ¡Escúchame, Jane! —gritó y apretó más mi cuello, cortándome casi todo el aire—. No intentes jugar conmigo, aquí el que hace preguntas soy yo.

—Eres igual a ellos —le miré con rabia—, Matteo, no eres tan diferente de las personas de ¨Búho¨ que tanto odias.

—A lo mejor soy uno de sus miembros —mostró todos sus dientes, en una especie de sonrisa y comenzó a pasar la yema de sus dedos rozando mi brazo—. Por más que la destroces, no me cansaría de decir que tienes una piel preciosa.

Sentí como si fuese Hamilton en el cuerpo de Matteo. Los recuerdos de aquel momento que tanto me esforzaba en superar, volvieron a atacarme, como lobos sedientos por un trozo de carne, y yo era su mejor presa.

—Matteo, suéltame, por favor —no me percaté en qué momento había comenzado a temblar, pero la cosa era que mi cuerpo estaba en un puro nervio.

—No —resumió—. ¿Duele? —apretó la zona de mi herida, provocando que esta sangrase por segunda vez.

Ahí fue su error, para mí la sangre nunca fue una tortura, sino liberación. Dejar todo mi estrés, mis miedos, mis nervios, en aquel rojo intenso, era lo más satisfactorio del mundo. Así que cuando el líquido carmesí corrió y mi organismo se sintió relajado, pude pensar con claridad.

—Recuerda esto, ruso —ahora era yo la que sonreía—, nunca subestimes a una suicida.

Aproveché la separación de sus piernas y moví la rodilla con la mayor rapidez posible hacia su entrepierna. Gracias a lo sensible de esa zona, pude zafarme de su agarre y salí casi corriendo al otro extremo de la sala.

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now