Capítulo XVIII

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Jane:

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Jane:

La melodía triste y profunda de un violín, me despertó en medio de mi ensoñación. Después de todo, había decidido quedarme con Matteo. Luego de aquel beso, ambos nos recostamos en su enorme y cómoda cama y ahí vimos una película hasta quedarnos dormidos.

Salí de su habitación en busca de la sinfonía que había logrado despertarme y que, sin dudas, se coló en mi organismo de forma magistral. Entonces lo vi, parado frente a aquella enorme ventana de cristal, con el torso desnudo, dejando ver el tatuaje de la espalda a la perfección.

Él tocaba el violín como los ángeles, creando una melodía preciosa. Me senté en una de las sillas del comedor, con cuidado de no interrumpirle y me quedé embobada viéndole.

—Buenos días —dijo cuando terminó, esbozando una pequeña sonrisa.

—Buenos días —respondí algo apenada, pero no había razón, de todas maneras, él fue quien me invitó a quedarme.

— ¿Te ha gustado? —preguntó, refiriéndose al viejo violín que sostenía.

—Si despertara así todas las mañanas, el día sería mucho más ligero, te lo aseguro.

—No me molestaría ser la sinfonía de tus mañanas, enana bonita —se acercó con cuidado y depositó un casto beso en mis labios.

—Debo irme —anuncié en cuanto se separó de mí—, Travis de seguro está hecho una fiera, porque no me quedé en casa anoche y no quiero discutir de nuevo con él.

—Okey —cogió una taza de café de la encimera—, ¿cómo siguen esas heridas? —revisó mis manos antes de que pudiese salir.

—Sanando —dejé salir, sin saber precisamente a cuál de todas mis heridas me refería.

La diferencia entre en ambiente de mi casa y el de la del ruso era abismal. Simplemente en la sala, ya se podía respirar caos, desorden. Un intenso aroma a cigarro y alcohol, te recibía desde la entrada, ese era el nuevo regalo de Travis.

—Hasta que al final llega la princesa —habló con ironía cuando me adentré a la cocina—, no te avergüenza lo que puedan pensar los demás de ti.

— ¿Enserio quieres saber mi respuesta a eso? —le espeté.

—No tienes arreglo, Jane —me miró con repulsión—, si nuestros padres te vieran, estarían decepcionados de persona en el que te has convertido.

—Bueno, a lo mejor estarían orgullosos de que esa persona en la que dices me convertí, haya sabido arreglárselas sola.

—Dudo que aplaudan a una hija que, con 18 años, no es más que una cualquiera —el impacto de mi mano con su rostro fue tan fuerte, que después pude sentir el dolor proveniente de las heridas.

— ¡Tú no eres quién para juzgarme! —grité con todas mis fuerzas—. Es más, si quieres seguir dentro de mi casa, más te vale comenzar a respetarme —le di la espalda y me introduje en mi habitación, para buscar la ropa con a que iría a clases, después de todo, la escuela era lo único constante en mi vida

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now