Capítulo 6

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Ella sentía lo mismo. El primero y el ultimo pensamiento del día era su rostro. La manera en la que le hablaba y hasta como miraba, la encandilaba cada día más. Abbie se estaba enamorando inconscientemente.

Aunque la detenían muchas cosas, daba igual. Solo iba a ser una relación pasajera. Nada la iba a marcar y no podía hacerlo oficial, sus padres la casarían a la fuerza.

Abbie abrió un poco sus ojos y los volvió a cerrar. Se le habían formado pliegues en su mejilla gracias a su piel blanca, soltó un bostezo y se estiró aun acostada. Sus ojos ya con claridad volaron hacia su calendario, era el día.

Su fiesta de bienvenida.

Vio un sobre blanco sobre su mesa de madera y se levantó envuelta entre sus sábanas blancas. Volteó el sobre y lo abrió.

Era una carta de Marcia.

Sonrió volviendo a la cama para leerla.

No te olvides que este día será muy importante para ti, tienes que venir por las buenas o por las malas.

Con amor, Marcia Prines.

Se quedó mirando un punto fijo aun teniendo su sonrisa porcina. Como si hiciera un click en su cabeza Abbie salió disparada hacia la cocina donde se encontraba su mamá preparando el desayuno.

Diana miró con rareza a su hija cuando cruzó el mesón y le posicionó un gran beso en la mejilla derecha.

—¿Qué pretendes, Abbie? —ella sonrió —No, no me pidas más permiso. La última vez escuchaste claramente a tu padre de que eres una majadera y no respetas nuestro hogar.

—Será mi bienvenida, no me pueden hacer eso. No lo permitiré. Siempre nos colocan reglas, nunca nos dan nuestra libertad. Al menos a mi mamá, yo ya estoy por cumplir dieciocho. —suspiró. —Por favor...

La señora Roux dejó de freír para enfrentarla.

— Abbie, nos has traído millones de problemas. Solapas a tus hermanos porque no me mientas niña, sé perfectamente que ese día tú no tuviste la culpa por la tardanza. Fue Sally, pero no diré nada. Esa criatura aprenderá sola y ojalá, Dios nos ayude con ella.

—Mami... solo por esta vez, no llegaré tarde.

Los llamados de Tom entonaron la cocina, la madre de Abbie le sonrió y le posicionó los huevos revueltos sobre la mesa.

—¿Otra vez esto? —preguntó.

—Confórmate con lo que tenemos, estamos reuniendo para conseguir otro auto y no andar a pies en cualquier rumbo.

—¡Mamá! ¡Por favor! — Abbie suplicaba —Te prometo no traer más problemas, aunque no soy yo siempre la culpable.

—¿Qué quieres, Abbie? —su hermano Will se interpuso besando la cabeza de ella.

—Quiere ir a su fiesta de bienvenida.

—¿Ese es el problema? —agarró un pedazo de pan y le dio un mordisco —Yo la puedo ir a dejar, la llevo en bicicleta.

—Intento no dejarla ir, Will y tú la estas acompañando en sus caprichos. —su madre suspiró y segundos después asintió —Bueno... ¿A qué hora será eso?

Abbie soltó un gritillo de quinceañera para luego besar varias veces la mejilla de su madre.

—Seis de la tarde.

—De acuerdo, regresas a las ocho

—¿Qué? —no lo podía creer —¡Solo dos horas! ¡Dame más tiempo! ¡A esa hora empieza lo bueno, la banda llegará a las nueve!

Para él©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt