Capitulo 26

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ONCE AÑOS DESPUÉS

Enero 23 /2015

Abbie miró la hora y resopló con enojo. <<¿Dónde estará Ana?>> se preguntó mientras alzaba la tapa del arroz, la había enviado a comprar unas cosas hace una hora y media. Preocupada su madre, gritó a su hija mayor.

Fernanda a regañinas dejó su celular en la mesa y corrió a la cocina.

—¿Sucede algo mami? —preguntó.

—¿Podrías salir a ver si tu hermana viene por el camino? Se ha demorado más de lo normal esa niña. —ella asintió en silencio y salió hacia la puerta principal.

Entrecerró sus ojos para mayor claridad ya que sufría de miopía y sus lentes llegaban luego de tres semanas, por el momento debía de mantenerse así.

Vio dos siluetas con fundas, Fernanda frunció el ceño al ver que venía con el hijo del señor Bills pero se entró, restándole importancia.

—¡Ahí viene, mami! —gritó para luego seguir sentada en la mesa con su celular. —Y viene con el hijo del vecino.

Susurró sonriendo.

Ana entró con sus fundas en ambos lados de sus brazos, su rostro estaba rojo con sudor. Se notaba cansada. Antes de ir a la cocina escondió una funda detrás de los cojines, Fernanda extrañada se acercó a ella.

—¿Qué te compraste?

Ana se acercó a su oído mientras sonreía. —Golosinas pero no le digas a mami.

Fernanda asintió aceptando ser su cómplice, entonces la hija menor fue hacia la cocina donde su madre se encontraba furiosa.

—Lo siento por demorar. —se disculpó.

—¿Quieres que te recuerde las reglas? —ella respondió con una pregunta.

Ana suspiró cansada. —No mami, perdón.

¿Qué reglas? Se preguntarán. Veamos, Abbie había hecho una lista las cuales eran para sus hijas para mejorar su comportamientos, modales y lo que abarca para ser una niña/mujer decente ante la sociedad.

No quería que sus hijas estén en bocas de otras personas de manera negativa y que hablen mal de sus espaldas. En conclusión, que tengan una buena reputación.

No celulares hasta cumplir trece años

—La elección de vestuario y cabello es depende de la madre.

—No ver a los amigos entre semana, no salidas hasta después de las seis de la tarde.

—No hablar con desconocidos.

—No demorarse en la tienda más de lo normal (una hora)

—No asociarse con gente LGBT.

—Los padres tienen autoridad sobre los hijos, inclusive cuando cumpla 18.

—Cero citas hasta el año de preparatoria

—No escuchar música que a ellos no les gusta - inclusive con audífonos.

—No tener la ventana de la habitación abierta.

—CERO discusiones, inclusive si ellas están en lo correcto.

—Nada de dibujos en mí mismo. (tatuajes)

—Debo usar vestidos cortos, ni faldas en la casa. (todos deben de ser más debajo de la rodilla)

Abbie inhaló profundo y enfrentó a su hija, la vio tan indefensa con sus mejillas rojizas, no pudo enojarse más con ella. Se acercó y besó su frente.

—Bien, ¿quieres algo que te prepare? —su hija negó —entonces ve a sentarte con tu hermana o ve la televisión.

Se dio vuelta y siguió cortando cebolla. —¿Mami?

La voz de su hija captó su atención —Mande cariño.

—Ya se dónde está tu iguana —dijo —está en la casa del vecino Campbell.

Abbie dejó de cortar y abrió sus ojos con sombro, al voltearse para hacerle una pregunta, Ana se había retirado de la cocina, dejando a su madre con un dolor en el pecho.

Sus ojos empezaron a cristalizarse y ella con enojo pasó su antebrazo quitándolas de sus mejillas que ya iban deslizándose.

En la noche mientras pasaba crema en sus piernas, Jofred entró con un semblante serio. Abbie sonrió queriendo acercarse abrazándolo del cuello pero él tomó sus manos y las bajó.

—Ana tiene dolor de estómago, quizás deberías dejarle de dar dulces —masculló con voz gruesa.

—¿Estas bien? —preguntó acariciándole el cabello, él con una mueca en el rostro volvió alejarse.

—No Abbie, detente. Estoy cansado —dijo con un tanto desprecio.

Abbie no respondió, se quedó en silencio mirándolo acostarse. Pensó en qué momento la llama del amor se había acabado.

Con un tanto de decepción y tristeza se acostó abrazando a su esposo de atrás. —¡Maldición Abbie, dame espacio! —gritó. Tomó su almohada y su sabana. —Dormiré en el sofá.

Abbie se quedó ahí, en su cama sentada mirando a su entorno que era friolento y solitario.

Y se preguntó: ¿Por qué se sentía nuevamente tan sola?

Para él©Where stories live. Discover now