Capitulo 23

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La siguiente mañana era importante para Abbie, iba a rencontrarse con sus amigas después de un largo tiempo. Amaneció con una sonrisa cálida, no se sentía bien pero hacía el intento de no nublar sus pensamientos.

Abrió su ventana y se asomó con una taza de leche con chocolate, ya iba a iniciar el tiempo del frío y como odiaba esa temporada. Aunque ya había decidido verlo de otra manera.

El filo de la taza rozó sus labios, Abbie se disoció. Su mirada se mantuvo en una piedra pequeña de la calle y así estuvo por minutos, pensando en todo.

No había vuelto a ver a Bills, no es que lo esperaba verlo pero había desaparecido. Los rumores habían dicho que estaba construyendo su casa a la vuelta del terreno de ella.

Ósea, de cierta manera no iban a poder escaparse y puede sonar gracioso, pero así fue.

Iban a ser vecinos por toda la vida.

Quizás así el destino así lo hizo, y había concluido que la vida la odiaba en su máximo poder.

¿Cuándo iba a poder ser feliz finalmente?

El camino de Abbie se hacía más extenso y doloroso, ella sentía que no podía ver la salida y desde el fondo de su alma, ella quería huir.

Abbie por fin reaccionó y se adentró a su cuarto, salió a la sala y se topó con su papá.

El señor Roux arreglaba la manija de la puerta, volteó a ver a su hija y se levantó sacudiendo sus pantalones.

Abbie alzó sus cejas. —Hola papá.

—Hola hija, ¿Cómo te encuentras? —cuestionó él sentándose en el mueble.

—Bien padre. —suspiró y señaló su taza. —¿Quieres leche? Dejé un poco y hoy vence, debemos acabárnosla.

Él asintió y pasó su mano por todo su rostro. —Si por favor, estoy cansado.

—Es tu día de descanso, no se porque estas arreglando cosas aquí. Deberías dormir. —ella habló desde la cocina.

Sirvió leche en un jarrón grande al propósito, odiaba que las cosas que vencieran y no sean aprovechadas en su tiempo determinado.

Y no hablamos de la leche.

—Sí pero tu mamá quiere la casa impecable. —dijo él. —Así que debo hacerle caso.

—Que lindos. —Abbie sonrió y se sentó con él pasándole el jarrón.

—¿Tanto? ¿Acaso quieres que enferme? —ella asintió convencida. —Por Dios, después de esto tendré diarrea por toda una semana.

Abbie soltó una risa y dio un sorbo a su taza. —Hoy salgo.

—Sí, así me enteré. ¿Con Marcia, verdad?

—Sí, no sé a dónde iremos pero necesito salir. He pasado tiempo encerrada en mi casa y en la oficina.

El señor Roux posó una mano en la pierna de su hija y apretó. —Me parece bien, ya es momento de sanar.

—¿Sanar papá? —ella negó. —Nunca lo haré, solo ando viviendo con eso.

—Viviendo o sobreviviendo.

Abbie alzó su mirada. El señor Roux esperaba una respuesta, soltó un suspiro y sonrió incómoda. —Creo que debería irme a mi cuarto, necesito alistar ropa para no estar apurada en ultimo momento.

Su padre solo la siguió con la mirada luego de pararse, se encerró en su habitación y meneó la cabeza con desaprobación.

Abbie abrió su closet y tiró toda la ropa en la cama. Empezó por una camisa adecuada para la noche. ¿Una blusa de tiras? Sus pechos habían crecido excesivamente y los hombres cada vez estaban volviéndose unos cerdos asquerosos, la respuesta fue un no.

Para él©Where stories live. Discover now