Capitulo 28

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Las luces del árbol son lo suficientes llamativas para alumbrar toda la sala, Abbie estaba en su sofá con su taza de café que ahora se había hecho adicta a eso para mantenerse activa y no caer en el abismo de la depresión.

La música navideña en el toca disco era ligera, apenas se podía oír. Ya pasaban de las dos de la madrugada y ella aun no podía dormir, tenía migraña y había escuchado un ruido desde su habitación, alguien había salido y supuso que era su esposo pero al ver que seguía en cama se alertó.

Vio cuarto por cuarto, hasta llegar a la habitación de Ana y encontrarse con un bulto en su cama mal hecho, ella se acercó y dio por hecho de que ella era la que había salido.

Fue entonces como Abbie terminó en su sala esperándola.

Tenía sospechas a donde había ido.

Sí, hablamos del hijo de Bills.

Santiago Campbell.

Recuerdos amargos llegaron a su mente nublando sus vistas haciéndola llorar. Estaba consciente de que la historia se estaba repitiendo pero ella no lo iba a permitir, Ana no.

Ana llegó con sus zapatos en la mano, saludando a su perro Noel en un susurro. Entonces al voltear hacia la derecha vio a su mamá enojada. Ana se paralizo, cuando estuvo a punto de hablar la mano de su madre había estallado en su mejilla.

La pequeña volvió a verla llorando, no era la primera vez que le pega. Abbie había seguido el circulo del maltrato de su familia.

Ana intentó huir pero Abbie fue más astuta en agarrarla y arrojarla al sofá más cercano que estaba entre ellas.

—No volverás a verlo —pronunció con voz firme.

—¿De qué hablas?

—Sabes de quien hablo.

—No, no sé de qué hablas.

—¡De Santiago, Ana!

Ella al escuchar su nombre se asustó, Ana se preguntó a sí misma si debía seguir con la mentira o decirle la verdad.

Ana negó —¡Fui a ver a mi abuela! ¡Estaba con Mayla, Anthony y Dylan! ¿Porque me golpeaste?

Entonces eligió la mentira.

Abbie soltó su brazo de inmediato, la pequeña Ana gimió de dolor mientras se sobaba. Su madre tomó nuevamente su brazo pero esta vez con delicadeza.

Deslizo la manga de su suéter y vio marcas, pero eso no fue lo que le llamó la atención, lo que sí lo hizo fueron las dos rayas en sus brazos.

Ana se deshizo de su agarre y corrió subiendo las escaleras hacia su cuarto. Entonces la mirada de Abbie fue a un punto fijo y su mente se apagó.

—Ana... —ella susurró el nombre de su hija.

HORAS ANTES

Santiago esperaba a Ana detrás de un arbusto. Se sentía nervioso, no quería que los padres de ella la descubrieran.

El ruido de la puerta hizo que él asome su cabeza, entonces la vio y corrió en silencio.

—Hola —Santiago le saludó robándole un beso en la mejilla —Estas linda.

—Estoy en pijama, Santy —él se encogió de hombros y la tomó de la mano.

Fueron hasta la terraza de su casa, ella sonrió emocionada por lo que Santiago le había hecho. Corrió hacia el mueble y le dio palmaditas a su amigo para que se siente a su lado, ella abrió sus brazos para abrazarlo.

Santiago besó su frente y se separaron unos centímetros. Él sacó una caja café de su bolsillo, Ana asombrada tapó sus labios sorprendida.

—¿Me vas a pedir matrimonio?

Él asintió abriéndola, efectivamente era un anillo dorado. —Santa mierda, era joda Santy,

—Somos muy jóvenes para hacerlo tarada, pero te doy este en forma de promesa —tomó su mano y se lo puso.

—Ni siquiera somos novios —él soltó una risa. —¿De qué te ríes.

Él miró hacia la mesa pequeña que había en el centro, en este estaba un gran ramo de rosas rojas con una nota en medio, Ana se acercó aún más tratando de leer las letras que contenía.

"Y en tus ojos veo más que las estrellas"

Deseo ser parte de tu universo.

¿Quieres ser mi novia?

Ana ahogó un grito levantándose de golpe, volteó a ver a Santiago y gritó de nuevo.

Mas bien era un chillido.

—¿Estás hablando enserio? —preguntó —Si es una broma juro que te corto las pelotas.

—No es broma, quiero que seas mi novia —susurró levantándose y acunando su rostro con sus manos. —Somos pequeños pero deseo, anhelo que seas mi primer amor.

—Santy... —susurró mirando sus labios —O por Dios, este será mi primer beso, estoy nerviosa.

—Shhh

—Nada de shhh, deseo que sea el mejor de todos, que lo recuerde después de años, que tenga deseos húmedos como en los libros eróticos que leo, deseo que-

Ana hablaba mucho, de sobra y eso a Santiago le gustaba pero había momentos donde deseaba callarla y ahora si tenía con qué.

Besarla era suficiente para que su boca este ocupada en otra cosa que no sea hablar.

—Feliz Navidad, Ana —habló entre besos.

—Feliz Navidad, Santy —respondió ella.

Sus rostros fueron separados unos centímetros, Santiago analizó su rostro, pero no pudo callarse —¿Libros eróticos? ¿Enserio lees eso?

Para él©Where stories live. Discover now