Capítulo 14

38 13 13
                                    

Mis nietos me miran anonadados, todo está en silencio con una sola lampara prendida en el salón. El único sonido es la madera quemándose en la chimenea. Resoplo tragándome el nudo de la garganta y alzo la vista.

Adam es el primero en preguntar.

—¿Se separaron? —me encojo los hombros —¡Necesito saber!

—Aún faltan más de doscientas páginas. Es un libro extenso.

Le respondo.

Me envuelvo más en mi abrigo de lana. New York es unas de las ciudades más friolentas que he conocido y por mi salud debo cuidarme el triple para ver nacer a mi última nieta.

Kait.

—¿Abbie es guapa? —Jen cuestiona y asiento. —¡Me lo imagino, es mi abuela!

Le sonrió con calidez, ella siempre había querido ser pelirroja como Adam y Marcus. Pero lastimosamente sacó lo morena de su madre y lo castaña de su padre.

Es hija de mi sobrina, pero por la costumbre familiar. Todos me dicen abuela.

—¿Pero por qué se enteraron? ¿Quién se lo dijo?

Ally camina hacia mí y agarra el libro.

—¿Qué haces cariño?

—Viendo la última parte, tengo dudas.

Ella me responde.

—¡No, Ally! —todos le gritan y carcajeo.

Ella frunciendo el ceño se vuelve a sentar alado de Adam.

Mis ojos se quedan intactos por unos minutos viéndolos, Ally le sonríe abiertamente a Adam y él la abraza. Mi sonrisa se extiende, aunque no lo hacía visible. Dolía por dentro.

Son idénticos a sus padres.

Una lagrima cae sobre el libro y la limpio con la palma de la mano provocando una mancha.

Mi corazón cruje.

Mis nietos se acercan y les sonrío con lágrimas en los ojos. Adam acaricia mi hombro sutilmente.

—¿Les parece si seguimos mañana? —Marcus habla—Abuela está cansada y debe dormir.

Los demás comprenden y se acuestan sobre la cama flotante, Adam besa mi mejilla.

—¿Podemos hablar?

—¿Puede ser mañana? —él asiente —Buenas noches mi pequeño.

Agarro mi bastón y camino hacia la cocina dejando el libro sobre el mesón, preparo la merienda para mi esposo y lo coloco en una plancha de vidrio.

Entro lentamente a la habitación encerrándonos con seguro.

Él apaga la televisión y se acomoda sobre el espaldar de la cama. En silencio posiciona su merienda sobre sus piernas y me agradece.

—¿Se durmieron? —asiento —Puedo mañana....

—Ten paciencia, es por tu bien.

—Tengo poco tiempo y lo sabes, déjame abrazarlos.

Volteo para verlo y suspiro.

—Aun no es momento —le respondo.

—¿Y cuándo lo será? ¿Cuándo me muera? —alzó su taza de café a sus labios y tragó.

—Posiblemente.

Me duele hablarle así.

—Eres tan cruel...

Para él©Where stories live. Discover now