25. Flux

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Me odiaba por sentirme en una encrucijada cuando era obvio lo que tenía que hacer: Nicolas se había portado horrible conmigo por la mañana y Adrián llevaba días queriendo ayudarme; cualquiera podría verlo, pero mis estúpidos sentimientos no me dej...

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Me odiaba por sentirme en una encrucijada cuando era obvio lo que tenía que hacer: Nicolas se había portado horrible conmigo por la mañana y Adrián llevaba días queriendo ayudarme; cualquiera podría verlo, pero mis estúpidos sentimientos no me dejaban decir un «no» rotundo. Intenté centrarme en cómo Nicolas me había hecho sentir, quizás sería la única manera de evocar algo terrible y obligarme a decirle que no.

—¿Todo bien? —preguntó Adrián con el ceño fruncido. Parecía preocupado.

—Sí, sí, solo surgió algo y... Nada, déjamelo a mí. ¿Tienes algo de tomar? Agua o algo así —le pedí, intentando que me dejara sola por unos minutos, estaba empezando agobiarme por la situación.

—Sí, claro, ahora te traigo algo. ¿Preferirías un zumo de naranja? —preguntó antes de salir de la habitación.

—Sí, está bien —respondí, aún inmersa en mis pensamientos. Y, por fin, me dejó sola.

De manera inconsciente, empecé a morderme los pellejitos del labio inferior; tenía que encontrar una solución. De un segundo a otro se me ocurrió algo: aunque no era el plan perfecto, al menos me había llegado una respuesta. Saqué el teléfono y vi el contacto de Nicolas en la pantalla. Me tomé un momento antes de llamarlo. Tenía que hacerlo, así que presioné el botón.

—Hola, ¿ya decidiste? —respondió tras dos pitidos interminables.

—Sí, pero hay un problema —advertí mientras practicaba mentalmente lo que le iba a decir.

—Dime —pidió imponente.

Me puse nerviosa, sentía las manos sudorosas y la mente dispersa, tenía que concentrarme.

—Ayer, por nuestro malentendido, tuve ciertos problemas con mi hermana —logré decir.

—Bien...

—Y pues... —Dudé unos segundos antes de continuar—. Le terminé contando la razón por la que había llegado tarde y todo eso.

—Mierda, Artemis, ¿qué fue lo que le dijiste de mí? —preguntó algo alterado. Lo podía notar en el tono de su voz.

—No, a ver, escúchame. El punto es que mi hermana me dijo que, desde la cena del otro día, sabía que tú y yo nos traíamos algo raro y no le gustaba para nada la idea; eso sumado a lo que pasó ayer... digamos que no es muy fan de lo nuestro.

—Bien, perfecto, ahora tu familia me detesta. Gracias por eso.

—¿Qué? ¡No! —solté frustrada. Miré hacia la puerta a ver si Adrián estaba por regresar, tenía que apresurarme—. Solo mi hermana lo sabe, y no te detesta, lo que pasa es que no le gusta la idea de que estemos juntos.

—Bueno, y el punto es ¿cuál? ¿Que ahora tú no quieres nada conmigo por lo que te dijo tu hermana?

Su pregunta me tomó desprevenida, era tan fácil como decir sí y todos mis conflictos habrían terminado.

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