46. Detrás de la armadura

415 53 69
                                    

—Hablo muy enserio Nicolas —dije con la voz más firme que pude poner.

—Está bien, Muéstrame —aceptó, dándome media vuelta.

Intentó abrir el vestido tirando de la cremallera, esta no se movió en absoluto, entonces trató por segunda vez, de nuevo sin tener éxito. Lo escuché carraspear por lo bajo.

—Ven —ordenó, para luego tomarme del brazo y meterme en la que, al parecer, era su habitación.

Me detuve a pensar en que, aun siendo novios, yo nunca había estado allí.

—¿Ya viste que iba enserio?, es imposible abrir esa cosa.

—Espero no la hayas atascado al propósito —se burló esbozando una sonrisa traviesa, mientras intentaba otra maniobra para liberarme.

—Ajá ¿por qué carajos haría algo como eso? —respondí impulsiva.

Su tono burlesco me estaba poniendo nerviosa. Él empezó a reír, cosa que me puso aún mas tensa.

—Tranquila, solo bromeo, pero bueno, supongo que podrías hacerlo para así tener una excusa para hablarme, sobre todo, después de haber huido de mí esta mañana.

No podía creer que de nuevo estaba actuando como un imbécil.

—Qué poco te duró la fachada de buena gente, ya veo que era solo un numerito para pedir perdón y como no obtuviste lo que querías, vuelves a ser el mismo idiota de siempre, no voy a caer en tus manipulaciones tóxicas Nicolas, así que ni lo intentes.

Lanzó un bufido altanero ante mis palabras.

—¿Me llamas tóxico a mí? ¿Cuándo eres tú la que terminó conmigo por celos? Por celos injustificados y tóxicos.

Era suficiente, no podía hablarme así, no después de lo de Fiorella y de haber sido un mentiroso en mayúsculas. Me di media vuelta para enfrentarlo cara a cara.

—¿Quieres que te enumere todas las cagadas que has hecho? O mejor te pregunto: ¿sabías que tus mentiras les están costando la vida a mi mejor amiga?, sí Nicolas, eres el causante de mucha mierda en la vida de los que te rodean y es obvio que no te importa, tú solo sigues ocultando cosas e inventando excusas.

Se quedó mirándome imperturbable, mis palabras no le afectaban en lo más mínimo; parecía estar hecho de piedra impenetrable, o tal vez, solo sabía fingir muy bien.

—¿Por qué eres tan terca y no entiendes las cosas?, más de una vez te he explicado...

—No. Basta de explicaciones, ya no te creo nada —lo interrumpí sintiendo el enojo crecer en mis entrañas.

—Y no necesito que me creas —Afirmó con una voz grave mientras me miraba directo a los ojos—. Date la vuelta y déjame sacarte ese vestido para que puedas irte de una vez, no sé en qué momento creí que era buena idea estar contigo.

Empujó mi hombro para darme media vuelta; ni siquiera me dio tiempo a quejarme, cuando de un fuerte tirón, logró desatascar la cremallera; en un instante, tenía toda la espalda al descubierto. El lugar se quedó en completo silencio y no sé explicar bien por qué, pero una corriente de sentimientos inundó mi vientre, subiendo después hasta mi pecho, podía sentir mi corazón latiendo cada vez más rápido y también la respiración de Nicolas detrás de mí, era tan acelerada como la mía.

En una reacción a destiempo, intenté cubrir mi espalda baja para poder salir de ahí lo antes posible, pero sin previo aviso, sentí sus manos posarse sobre mi cintura desnuda, cosa que me dejó paralizada, deteniendo mi respiración, a la par, un escalofrío se apoderó de mí; pocos segundos después, posó sus labios sobre mi cuello, depositando un beso profundo que hizo que todo el cuerpo se me erizase.

Somos luz de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora