27. Confianza

608 66 12
                                    


—No puedes estar hablando en serio, Nicolas —lo increpé con desconcierto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No puedes estar hablando en serio, Nicolas —lo increpé con desconcierto.

Me lanzó una sonrisa divertida mientras negaba con la cabeza.

—Ay, Artemis, solo estaba jugando.

Un enorme alivio me recorrió el cuerpo, y en cuanto lo noté esbozando una sonrisa amplia, la tensión que había en el aire desapareció casi por completo.

—Eres insoportable —bromeé mirándolo de reojo.

—Y tú demasiado remilgada. Aunque, la verdad..., empiezo a preocuparme por esa actitud tuya, ¿será que me escondes algo? —sugirió juguetón, acercándose a pocos centímetros de mi rostro.

Sabía que lo estaba diciendo en broma, podía notarlo en como me observaba con esa chispa de picardía en la mirada; pero no soportaría volver a ese tema, ni siquiera en broma: tenía un irracional pánico a que mi mentira fuese descubierta.

—A ver, a ver, no es una «actitud», es que en serio empezaba a cabrearme por lo idiota que estabas demostrando ser —solté, esperando que con esa respuesta se diera el tema por terminado.

—Está bien, Artemis, no quiero conflictos —dijo levantando las palmas en el aire—. ¿Qué te parece si nos vamos para no perder más tiempo? —propuso sonriente.

—¿Dónde se supone que iremos? No me dijiste nada —pregunté encendiendo el auto.

—A Dante. —Accedió al GPS del tablero para buscar la dirección—, espero que nos atiendan, la reserva era como hace dos horas. Si tengo suerte, estará uno de los conocidos de mi padre y nos dejará pasar sin problema.

—No conozco ese lugar.

—Es un restaurante de comida italiana de primer nivel, sé que te encantará —dijo con deleite mientras nos poníamos en marcha.

Cuando llegamos al lugar, que no estaba demasiado lejos de la universidad, noté que era más modesto de lo que había pintado en mi cabeza. Se trataba de una casa antigua de una sola planta, la fachada llevaba ornamentos florales bastante bonitos y la puerta principal estaba tallada en madera maciza.

Fuimos hasta la entrada, donde Nicolas intercambió algunas palabras con el recepcionista, que nos dejó pasar sin demasiada insistencia. Nuestra mesa se encontraba en el fondo del salón, era un lugar bastante privado, perfecto para tener una conversación íntima. Ambos nos sentamos casi al mismo tiempo; él se quedó mirándome por unos instantes, como si quisiera empezar la conversación y no supiese cómo; podía sentir su inquietud en el aire.

—Mira, no quiero dar más vueltas sobre esto, seamos directos: las cosas se nos han estado escapando de las manos y creo que es momento de ponerle un freno —dijo por fin.

Su tono era serio, muy diferente al que había usado antes. Empecé a sentir incomodidad, como si hubiera sido una mala idea haber accedido a salir con él después de como me había tratado. Los hechos estaban ahí y ahora que lo escuchaba hablar no podía evitar pensar en que había propuesto esta salida solo para poder dejarme formalmente.

Somos luz de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora