16. Trueque

781 103 19
                                    

—Espero que mejore, no me quiero ni imaginar lo que pasaría si

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Espero que mejore, no me quiero ni imaginar lo que pasaría si...

—Shhh... Artemis, ya basta de preocuparte, no podemos hacer nada más que esperar —me interrumpió Nicolas, posando su dedo índice sobre la comisura de mis labios.

—Es que no puedo dejar de pensar en ella, simplemente no puedo —le expliqué, lanzando un suspiro y mirando hacia la puerta del consultorio que aún permanecía cerrada.

—Está bien, es entendible. ¿Y si distraemos un poco a tu mente? —propuso con una sonrisa divertida.

—Sería increíble, ¿tienes alguna idea de cómo hacerlo? —pregunté aún con atisbo desganado en la voz.

—Sí, de hecho, tengo una idea; debo admitir que no es mi favorita, pero... te la diré solo porque esta noche te han machacado demasiado y en cierta forma me compadezco de ti —soltó en tono bromista.

OK... di qué es —le pedí expectante. A ver con qué me salía ahora.

—Un trueque de secretos —dijo, abriendo las manos en el aire. Yo empecé a reír.

—¡¿Qué se supone que es eso?! —pregunté, aún entre risas.

—A ver, te explico, se trata de que tú me cuentas tus secretos y yo a cambio te cuento los míos.

—Nicolas misterioso Miltmeyer, ¿estás seguro de lo que propones? Porque a mí me parece una gran idea, pero, ¿sabes?, la podría mejorar.

—Segurísimo, Artemis; ya te dije, hoy te lo mereces. Y dime, ¿cómo piensas mejorarla?

—Así: cada uno tiene tres preguntas y el otro está obligado a contestar solo con la verdad.

Se llevó la mano a la barbilla antes de contestar:

—Uff... No sé... no aseguro que pueda contestar todas tus preguntas —me advirtió con seriedad.

—¡Agh! No seas cobarde, Nicolas —insistí.

—Abusas de mi nobleza. Podría intentarlo, solo que, de verdad, hay cosas que tal vez no pueda contestar, te lo advierto.

—Está bien, veremos qué pasa, ¿entras o no?

Nicolas pensó por unos segundos antes de darme su respuesta final:

—Vale, vale, tú ganas, entro ¿Quién va primero?

—No sé... podemos dejarlo a la suerte, algún juego de azar como lanzar una moneda.

—Competencia de miradas —propuso, lanzándome una sonrisa retadora.

—Está bien, quien gane hace la primera pregunta —acepté de inmediato, posando la mirada en sus ojos.

En cuanto él me devolvió la mirada, empezó la competencia. Era la primera vez que observaba sus ojos con tanto detalle: eran verdes con aureolas azules y sus pestañas eran enormes, le quedaban perfectas; de pronto me entraron ganas de besarlo de nuevo. Mientras nos mirábamos, Nicolas sonreía con los ojos y hacía algún que otro gesto en un intento de desconcentrarme; sin embargo, era imposible, no iba a dejar de mirar esos hermosos ojos.

Somos luz de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora