37. ¿Karma?

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—¿Qué harás más tarde?, ¿te gustaría quedarte para ver una película?, mis padres saldrán —dije fingiendo mi mejor sonrisa.

Nicolas expresó preocupación y de inmediato sacó su teléfono.

—Ay amor, no creo poder, tengo algo importante, lo siento.

Lo dijo tan tierno e inocente que, si no hubiese escuchado su conversación antes, no hubiera sospechado nada.

—¿Qué tienes que hacer? —indagué conteniendo mi tono.

—Algo para mi padre, hay cosas urgentes a tratar y solo yo puedo hacerme cargo, lo siento —respondió algo incómodo.

—¿Puedo saber más sobre eso que tienes que hacer?

—Artemis —me advirtió entendiendo hacia donde iba la conversación—, esta es una de esas situaciones que no puedes saber.

—Al menos dime donde vas a ir, ¿a tu casa? —insistí sintiendo de nuevo un nudo en la garganta.

Nicolas se lo pensó por un segundo.

—Sí, voy a Buena Vista —contestó con algo de frialdad.

—¿Con quien estabas hablando antes? —me atreví a preguntar, el me respondió frunciendo el ceño.

—¿Antes cuándo?

—Cuando te levantaste para hacer una llamada —lo increpé.

—¿En serio Artemis? ¿Me estás montando un espectáculo por hacer una llamada?

—No estoy montando nada, solo estoy preguntado y quiero que me digas la verdad —insistí.

—Ya te dije lo que puedes saber— escupió tenso.

­—No actúes como idiota de nuevo —le advertí sintiendo como una energía explosiva subía por mi pecho.

Él soltó un bufido impaciente.

—No te entiendo Artemis, desapareces toda la noche y acepto tus dudosas explicaciones sobre donde estuviste y aun así tienes cara para venir a cuestionarme de esta manera— me reprochó agravado su voz, mientras me miraba tenaz a los ojos

Sentí una punzada de culpabilidad por lo de la noche anterior, tenía toda la razón de desconfiar, pero yo no podía evitar sentir que algo no andaba bien, necesitaba saber con quien hablaba, así que al verme acorralada utilicé la última carta, la que no quería sacar a la luz:

—Te escuché Nicolas, escuché que hablabas de librarte de este almuerzo para ir a "relajarte" con alguien, incluso te aseguraste de que la madre de ella no iba a estar en casa, discúlpame por desconfiar, pero eso suena muy mal.

De pronto una sonrisa incrédula se dibujó en su rostro, no té sus facciones destensarse de repente.

—No está bien espiar a la gente —soltó algo burlón, parecía haber recuperado la compostura—. Interpretaste mal las cosas Artemis, eso es todo y no te puedo contar lo que tengo que hacer, punto.

Su tono era despreocupado y altanero, me estaba poniendo de los nervios.

—¿Quién era? —insistí impaciente.

—Fiorella —admitió por fin, sentí como me inundaba la desesperación—. ¿Contenta?

—No, ¿Por qué quieres estar con ella en su casa y sin su madre? —le cuestioné.

—Esa es una explicación que no te puedo dar porque es parte de la información que no puedes saber —explicó lanzando un suspiro y posicionando sus manos en los bolsillos.

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