19. Exordio

756 95 18
                                    

—Artemis, ¿qué mierda te pasó en el pelo? —me increpó mi hermana, apretando los dientes con rabia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Artemis, ¿qué mierda te pasó en el pelo? —me increpó mi hermana, apretando los dientes con rabia.

—¿Qué? —alcancé a decir antes de que volviese a hablar.

—¿Y por qué traes el vestido así? Y tu cuello, ¿qué te hiciste? En serio, ¿no puedes alejarte de los problemas por una sola noche? —me recriminó y le lanzó una mirada a mi madre.

En ese instante la incertidumbre y el nerviosismo me inundaron, ¿a qué se refería?

—Artemis, ¿estás bien? —dijo de pronto una voz detrás de mi hermana.

Era Nicolas.

Para este punto, mi madre ya se había puesto de pie y se dirigía hacia mí y Antonella, la chica de los ojos marrones, me estaba observando con una sonrisa divertida.

—Sí, estoy bien, pero...

—Está aturdida —afirmó él dirigiéndose a mi hermana—. Al salir del baño su vestido y su pelo se quedaron enganchados en la puerta de metal; intenté ayudarla, solo que no me dejó. Además noté que tiene una alergia o algo parecido, deberíamos hacer algo —continuó él utilizando un tono seguro, incluso parecía preocupado por mí.

—¿Alergia? —preguntamos mi hermana y yo al unísono.

En ese instante llegó mi madre; se acercó cautelosa mientras miraba sonriente hacia Nicolas.

—Disculpa a mi hija, muchas veces le cuesta comportarse, ¿verdad? —soltó en un tono amigable.

A continuación, posó los ojos en mí, dejando a la vez salir una risita nerviosa que mezclaba enojo y falsedad.

—No, no, señora, estoy en verdad preocupado, no fue culpa de su hija, quedó enganchada a la puerta del baño y me parece que está desarrollando una alergia o algo parecido —repitió Nicolas para mi madre. Ella me observó confundida.

Yo no me estaba enterando de nada, ¿por qué insistía con lo de la alergia y la historia de la puerta? ¿Tan mal me veía?

—¿Te encuentras bien, hija? —preguntó mi madre dudosa, pude ver un atisbo de auténtica preocupación en sus palabras.

Miré en automático a Nicolás en busca de una respuesta, él me indicó con un gesto que le siguiese el juego. Sin darle muchas vueltas, le hice caso. Empecé a pensar en los síntomas de una alergia y en cómo debería actuar.

—Me pica mucho el cuerpo, en especial aquí —dije señalando el cuello y empecé a rascarme. Nicolas negó con la cabeza y me indicó con disimulo que estaba rascándome el sitio equivocado—. Uf y a este otro lado ni qué decir, me pica demasiado —agregué intentando sonar creíble.

—Hija, que yo sepa nunca tuviste alergias, creo que deberíamos ir al médico, he leído que puede ser muy peligroso si no las tratas a tiempo.

«No, al médico no, descubrirían toda la mentira», pensé con nerviosismo.

Somos luz de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora