35. Falso

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Mi madre no paraba de halagar a Nicolas por todo lo que hacía mientras la ayudábamos a preparar la mesa en el patio trasero, ese numerito suyo de: «queda bien» me estaba cansando; sí, Nicolas se estaba portando super bien con ella y hacía absolutamente todo lo que le pedía a la perfección, pero esa mujer que tenía en frente no era mi madre, era una robot programada solo para sonreír y dar cumplidos.

—Hijita ¿puedes traerme las fuentes de cristal que están en el desván? —pidió ella mientras acomodaba los platos en la mesa.

En verdad no quería hacerlo, aquellas fuentes eran ultra pesadas, tendría que hacer al menos dos viajes para llevarlas hasta el patio yo sola y aparte, la verdad es que no estaba de humor, entre la farsa de mi madre, el regaño de mi padre y todo lo que había ocurrido las últimas horas, en mi interior se estaba cocinando algo no muy bonito, mi único consuelo era que las cosas con Nicolas estaban bien.

—¿Por qué no le dices a Pía que lo haga?, llevo aquí un buen rato ayudando y ella no ha asomado ni la nariz. Y claro, luego vendrá a joderme con que yo no hago nada.

Mi madre me miró horrorizada para luego entrecerrar los ojos a manera de advertencia, sabía que no se atrevería a decirme nada más frente a su prestigioso invitado, así que no pensaba cortarme.

—Oh... discúlpala a pesar de la edad que tiene, aún no ha aprendido buenos modales —dijo ella con una risa fingida en dirección a Nicolas.

Él esbozó una media sonrisa mirándome.

—Se lo he dicho muchas veces —soltó burlón.

No podía creerlo, ¿en serio estaba bromeando con mi madre sobre mis modales?, a veces me sorprendía de lo rápido que pasaba de ser un chico perfecto a un estúpido con letras mayúsculas.

—A ver si tienes suerte y logras que a ti te escuche, porque con nosotros hace los oídos sordos —continuó mamá atacandome.

No pude evitar poner los ojos en blanco y lanzar los cubiertos sobre la mesa.

—¡Artemis! —chilló mi madre.

—Puedo ir yo por las fuentes, solo dígame donde están —se ofreció Nicolas interrumpiendo la pelea que se avecinaba.

—Oh cariño, no te preocupes, ella irá ¿verdad? —respondió lanzándome una mirada asesina.

Lancé un suspiro al aire, no iba a dejar que me venza.

—Irá tu hija mayor, Pía, quien no parece hacer acto de presencia —dije desafiante por lo bajo.

A mi madre le hervía la sangre, lo podía ver en como sus mejillas se tornaban cada vez más rojas, la verdad es que estaba disfrutando de hacer caer su numerito de familia perfecta frente a Nicolas.

—Tu hermana está viendo asuntos importantes de la empresa con tu padre, si quieres pueden intercambiar lugares —sugirió picándome.

Ella sabía perfectamente que lo que menos me gustaba en el mundo, era estar en esas reuniones de negocios que mis padres hacían para instruirnos a mí y a mi hermana sobre la empresa familiar y los negocios futuros. Estaba a punto de responderle cuando Nicolas se entrometió:

—Artemis... —dijo por lo bajo y luego se dirigió a mi madre—. ¿Qué le parece si vamos los dos?

Ella sin dejar de clavarme esa mirada venenosa, lo pensó por un instante:

—Está bien acepto que ayudes esta vez, pero la siguiente no dejaré que la salves de sus deberes —soltó mi madre con una sonrisa juguetona —. Anda deja de protestar... y ve con él, ten un poco de vergüenza.

Somos luz de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora