43. La magia de la vida

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Las manos me empezaron a sudar, solo rogaba que no fuera otro obstáculo en mi camino, estaba harta de desilusionarme.

Tenía la hoja apoyada en el pecho, me estaba preparando emocionalmente para voltearla, Adrián me acarició el cuello con las yemas de sus dedos, cosa que me causó otro escalofrío.

—Sea lo que sea que diga ahí, todo estará bien, de verdad —dijo con dulzura.

Entonces por fin, volteé la maldita hoja: dicho y hecho, mi nota era un desastre, era la segunda más baja.

Me desilucioné de inmediato, era inútil seguir intentando, aunque sacase la nota máxima en la presentación final, era imposible superar a los que competían conmigo para la beca, tendrían que fallar todos en esa presentación para que a mí me fuese mejor que a ellos.

—Al menos no eres la última —murmuró Adrián esbozando una media sonrisa.

—Soy una estúpida, no sé que hago aquí, Adri, ¿por qué me convenciste de quedarme?, debí irme el primer día y evitarme esta agonía —dije medio en broma, tenía que tomármelo con humor o iba a llorar.

Mi mente empezó a volar, me imaginé estudiando en la estúpida facultad de economía, cursando la carrera que mis padres quisieran, me vi lejos de este mundo de ensueño y se me estrujó el corazón, causándome un vacío inexplicable.

—Aún pueden pasar muchas cosas pequeña étoile, no te anticipes al final, si vives con el corazón abierto, la vida te sonreirá —dijo quitándome la hoja y pasándosela al compañero de al lado.

—Ojalá fuera así de fácil, a mí la vida nunca me sonríe, hoy fue un día de mierda y esto lo emperoa aún más, mierda sobre más mierda—me quejé, sintiendo verdadera frustración.

—Es así de fácil petite, solo fluye, no seas tan rígida y exigente contigo, vas a ver que todo irá mejor.

—Ay señor positivo, ni siquiera sé cómo es eso de fluir, juro que quisiera tener tu mente para ver el mundo como tú, creo que así podría ser más feliz.

Él empezó a reír.

—Yo prefiero que veas el mundo como Artemis y descubras cómo es que ella puede ser feliz.

Tenía razón, lo más genial que podía pasarme sería encontrar la manera de ser feliz a mi manera. Pero no sabía cómo y eso me estaba agobiando mucho.

—En eso estoy, a ver cómo me va. Igual te digo que no me tengo mucha esperanza —bromeé abrazándolo de nuevo.

—Chicos escúchenme, no tenemos mucho tiempo. Aún tengo otras dos noticias que darles antes de empezar la clase. Los postulantes a la Beca, les pido atención máxima, esto puede afectarles bastante.

Felicidad se había subido al escenario, todos empezaron a bajar la voz y le prestaron atención. Yo, por alguna razón, sentí nervios. ¿Que otra cosa podía salir mal?

—Como saben, cada año la universidad otorga una beca secreta, resulta que este año hemos tenido más solicitudes de ingreso que lo usual y, por lo que me han contado el resto de profesores, muchos de ustedes tienen un gran potencial para estudiar aquí, es por eso que el comité a decidido otorgar una segunda beca.

Un suspiro de sorpresa se escuchó entre la multitud y los murmullos no se hicieron esperar.

Adrián me miró esbozando una sonrisa de «te lo dije».

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