21. Mots

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Llegué algo tarde a la clase de Arte, Nicolas y yo nos habíamos entretenido tanto que no nos fijamos en la hora

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Llegué algo tarde a la clase de Arte, Nicolas y yo nos habíamos entretenido tanto que no nos fijamos en la hora. Cuando entré en el salón aún sentía electricidad en todo el cuerpo y una felicidad inexplicable, no podía dejar de mirar la pulsera de oro blanco en mi brazo y contaba los segundos para volverlo a ver al salir de clase.

—Qué alegría que haya decidido unírsenos —dijo el profesor con una sonrisa amplia en cuanto se percató de mi presencia.

—Disculpe, tuve inconvenientes en la carretera —respondí intentando excusarme.

—No se preocupe, apenas estaba explicando el ejercicio de hoy —soltó vivaz y luego regresó su atención hacia el resto de los estudiantes—. Bueno, por dónde iba... ah, sí: el punto es que cada uno tendrá una tarjeta en la que figurará un sentimiento, deben interpretarlo. Y recuerden, en este caso lo que más importa es la expresión, tengo que creerme que están sintiendo o evocando lo que dice ese papel y les advierto que no deben decir la palabra como tal. En esta hermosa profesión una de las cosas más importantes es saber representar las emociones, así que esfuércense por hacer su mejor trabajo. Vengan, saquen un papel y que empiece la creatividad —dijo levantando una caja llena de papelitos de colores.

Me acerqué a sacar uno mientras buscaba con la mirada a Adrián; necesitaba una explicación más detallada sobre la tarea, no me había enterado de la mitad de las cosas que había dicho el profesor, en parte porque mi mente había estado perdida en una ensoñación con Nicolas.

Saqué una hoja de color amarillo y, para mi suerte, mi compañero apareció de entre la multitud de estudiantes.

—Adrián, hola, qué bien que estás aquí, ¿puedes explicarme qué tenemos que hacer? No puedo hacer otro papelón y estoy algo perdida

Él empezó a reírse.

—Hola, Artemis, también me alegra verte, pensé que hoy no vendrías. Deja que saque mi emoción de la caja y te explico lo que quieras.

Entonces sacó un papelito color turquesa y luego me pidió con señas que nos sentásemos juntos. Una vez en nuestros sitios y con las emociones designadas, Alexander, el profesor, nos dio media hora para preparar nuestra presentación.

Cuando desdoblé el papel y vi que me había tocado «culpa», maldecí en voz baja. No tenía idea de lo que iba a hacer.

—No entiendo, ¿tenemos que actuar de nuevo? —le pregunté a Adrián mientras él sacaba un cuaderno de su mochila; parecía estar perdido en sus pensamientos.

—No, no necesariamente, debemos representar la emoción en cualquier expresión artística, la que sea de tu preferencia. Si quieres actuar, actúa, o canta; también puedes escribir algo, deja volar tu ser y muestra lo que llevas dentro —dijo tomando un bolígrafo y golpeteando el papel en blanco que se encontraba en su regazo.

Empecé a observar el entorno, todos estaban haciendo algo: algunos practicaban pasos de baile, varios habían sacado instrumentos musicales, unos cuantos montaban lienzos en medio del salón, otros cámaras; y yo me sentía petrificada, sin saber qué hacer. Adrián estaba concentrado en su tarea y aunque sabía que estaba dispuesto a ayudarme, era claro que estaba impaciente por sumergirse de lleno en su creación. No quería molestarlo más. Me sentía un estorbo inútil.

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