CAPÍTULO 14

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Andrew.

Desde pequeño, la gran mayoría, busca resaltar. En algún momento de tu vida deseas ser el centro de atención.

Que te tomen en cuenta para juegos, para fiestas. En las clases.

Hasta en el trabajo buscas aquella llama de curiosidad de los demás hacia ti. No es mi caso.

No soy así.

Desde el tope de la escalera pude notar que al bajar la mirada de todos los presentes en la sala estaba sobre mi, la que resaltaba era de Manuel.

Bastante molesto.

Respiré hondo para prepararme para lo que venía, últimamente y por el mismo tema el policía terminaba estallando demasiado para mí gusto.

—¿Puedo saber por qué te la llevaste?—ladró cruzandose de brazos, miré a mi alrededor.

Todos estaban en silencio pendiente a la conversación.

—Ya no hacía falta que estuviera aquí.

Con las manos se despeinó el cabello, lo conocía. Estaba buscando paciencia.

—¿Y la llevaste a otra habitación para ensuciar otra parte de la casa?

Pasé frente a él, en dirección a la cocina.

—No,—hablé mientras caminaba, seguro de que me seguía—: la llevé a mi habitación.

Tomé un vaso de las estanterías para llenarlo de agua, al voltearme sus ojos parecían querer salirse de su rostro.

—¡¿Te has vuelto loco?!—gritó, provocando que apretara los dientes—: Andrew, ¡Estás siendo un irresponsable!

—¿Irresponsable?—gruñí—: ¡Es una niña por amor a Dios, La estás sometiendo a mucho en tan sólo un par de horas!—lancé el vaso a la mesa, resbalando en el corrido hasta romperse—: ¡No veo tu lado humano en todo esto!

—¡¿De qué mierda estás hablando?!—gritó.

—¡La estás tomando como un puto objeto de pruebas y eso no es así!—ladré antes de salir hacia la sala, empujándole el hombro en el camino.

Me estresaba tanta gente aquí metida.

—¡Deja tu actitud de preocupado que no te queda para nada!—escucho a Manuel a mis espaldas—: ¡Lo único que quiero es salir de esto!

—¡Así no vas a lograr nada!

—Por los clavos de Cristo, Andrew—se tomó el puente de la nariz—: ¡No es tu puta hija!

Escuché que más de uno a mi alrededor ahogó un suspiro en sorpresa. Sabía que ambos teníamos un carácter bastante chocante, pero ninguna de nuestras discusiones a lo largo de nuestra carrera había sido presenciada.

«Me importa una mierda»

—¡Ella es lo que necesita es un especialista que se encargue de todas sus necesidades!—continua—: Me llamaste a mi para que te ayudará, —me apuntó con el dedo—: Ahora te la aguantas, porque esto no ha terminado.

Mis manos se hicieron puños en cuestión de segundos, miré a mi alrededor ya hasta la coronilla por esto.

—¡Largo!—grité mirando a los demás.

Mi rostro debió ser un poema, ya que todo el mundo empezó a recoger sus cosas.

—¡No!—Green contradice—: ¡No estás pensando con madurez!

—Claro que sí.

Me apresuro al comedor, dónde hay dos con traje de enfermera mirando en la pantalla de una computadora las fotos que le tomaron anteriormente a Annie.

El desayuno amenazó con abandonar mi estómago.

—¿No me escucharon?—alcé la voz, ambas me miraron alarmadas—: ¡Dije que largo!

Una mano en el hombro me hizo retroceder.

—¡Te dije que no, nadie se va hasta que terminemos!

Las siguientes palabras quedaron atravesadas en mi garganta en cuanto escuché un estruendo en la parte de arriba. Mis piernas tomaron vida propia aproximandose a paso apresurado hacia mi habitación.

El corazon se me iba a salir del pecho en cuanto ví a Annie con las lágrimas empapas mirando parte de la peinadora que había destrozado. Empiezo a acercarme lentamente pero así cómo avanzo ella retrocede mirando a mis espaldas.

Y ahi es cuando me percato de que no sólo subo yo, sino también Manuel y una enfermera.

—Señor Reyes..—empieza ella.

La ignoro adentrando me en la habitación, ella sigue retrocediendo lo que causa que mi molestia aumente.

—Largo.

Mi amigo me mira como si me hubiera salido una tercera cabeza, sin seguir a su colega que acaba de desaparecer por el pasillo en cuanto me escuchó.

—Andrew...

—¡Dije que largo!

Annie no deja de llorar.

—¡¿Qué pasa si ella te tira algo?!

Me concentro en ella que está apoyando una mano en la pared, como si le costara mantenerse de pie. No me mira a mi, mira al policía.

—No me va a tirar nada.

Me adentro por completo y antes de escuchar algún reclamo le cierro la puerta en la cara, poniéndole seguro.

—¡Andrew estás loco joder!—le pega a la puerta y lo ignoro.

Me concentró en Annie, no avanzo ningún paso más por más de estar adentro. Parece nerviosa, ansiosa y lo que menos quiero es que sufra un ataque de pánico que me obligue a abrir la puerta.

—No me quiero ir,—susurra—: Aquí no me han hecho nada.

Avanzo dos pasos y al ver que no se aparta me acerco lo suficiente hasta tenerla enfrente. Con cada centímetro más cerca, ella se vuelve más pequeña.

Su vista sigue en los trozos a mi espalda, que a pesar de haber más de mil y un desastres aquí ocasionado por las personas que acabo de botar, ese es el único que causó ella.

—Perdon.

Solloza.

—No importa—me aseguro de decirlo con toda la seguridad que puedo reunir para que me crea.

—No quiero caer en malas manos de nuevo,—respira hondo como si le costara decir lo que viene, me mira por primera vez—: No quiero que me toquen de nuevo.

Aquellos ojos cargados en lágrimas que todavía no había derramado hicieron que el estómago se me retorciera. No podía entender como había gente tan mal nacida como para hacerle daño a las mujeres, mucho menos a una niña.

Me sentía asqueado.

Tenía tanto coraje de haber vivido esto dos veces. Una hace muchos años con la mujer que me dió la vida y ahora, con la que apareció de imprevisto en ella.

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤️

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora