CAPITULO 66

9.8K 677 95
                                    

Andrew.

Sólo cuando sentí su respiración volver a la tranquilidad nos di vuelta, apoyándola entre medio de las almohadas conmigo encima. Sus manos seguían enterradas en la tela que me cubría el pelo, sabía que no se iba a soltar. Tampoco que quisiese que lo hiciera.

Me preguntaba que tan bien estaba el que estuviera bajando mi rostro por el suyo, limpiando son la punta de mi nariz el rastro de lágrimas de sus mejillas. Habían pasado días desde la última vez que lloro así, no lo extrañaba.

Me fui a la otra mejilla, haciendo lo mismo. Con su lengua remojo sus labios, como si se estuviera preguntando si decir algo o no.

—¿Qué piensas?

—¿Qué escuchaste?—todo, o por lo menos lo que Manuel dijo.

Se negó a decime algo cuando me vio plantado frente a la puerta cuando salió, no parecía muy sorprendido de que me hubiera quedado. Creo que incluso ya se lo esperaba.

Él sabe que hay cosas que no le he dicho, y que no está en mis planes contarle. No sé si es consciente a qué punto, pero siendo como es, no le gustará. Pero es que no lo entendería.

No entendería la forma en que me siento, capaz y ni siquiera Annie lo sienta. Estoy acostumbrado a cosas diferentes, desde aquella noche parece sentirse distinto hasta llegar a casa y por lo menos esa simple sensación no la sé describir.

No extraño la soledad, no con ella. Encontré paz en cuidarla, hacerla reír significa que estoy haciendo las cosas bien y quiero seguir. Ésto si no lo quiero compartir, mucho menos que me lo quiten. No hay segundo ahora que no piense en que Manuel hace incapié en encontrar a su familia, o por lo menos a alguien que la esté buscando.

No me quiero empezar a preocupar tan pronto.

—Quiere hacer una reunión con..

Asentí.

—Eso lo escuché.—con las mismas rodillas me hice espacio entre sus piernas, apoyando mis codos a los lados para quitarle los mechones que se le pegaban al rostro. Necesitaba tiempo —: ¿Quieres hacer eso?

Tenía esperanza de que dijera que no. Si ella se negaba iba a poner hasta candados en la puerta, de este lugar nadie se la llevaba si ella no quería.

Su silencio solo me perturbó más.

—Me da miedo.—apretó sus ojos, al abrirlos sus pestañas estaban humedecidas.

—¿Por qué?

En vez de ver hacia la nada, concentró sus ojos en los míos. No supe porque pero sentía que ahí me estaba respondiendo, tenía impotencia por no saber leer mentes en este momento. Ella de por sí es bastante transparente, ¿Por qué ahora no puedo leer que piensa? Quiero hacerlo.

«¿A qué le temes, preciosa?»

Y como si me hubiera escuchado, habló—: De verlos.—sonaba a que mintió.

Cuando llegas a convivir con una persona es muy fácil aprenderse sus gestos, más cuando prestas atención. Annie desde el inicio ha podido hacer que yo haga cosas de las que antes tenía control, y de forma inconsciente. Sé cuándo está incómoda, sé cuándo algo no le gusta, es muy fácil saber cuándo está feliz. Por lo menos para mí.

Por eso, el error más grande es acostumbrarse a alguien, a tenerlo. Porque cuando empieza a aparecer una posibilidad de que esa presencia desaparezca, comienzan las verdaderas preocupaciones.

Mi miedo es que me la quiten.

—Todo saldrá bien.—besé su frente, sabiendo que esa frase era más para mí mismo que para ella.

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora