CAPITULO 42

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Andrew.

El estómago lo tenía contraído desde que llegué, sin embargo al ver esas fotos todo lo que quería hacer esa vomitar.

—Suficiente, nos vamos—declaré volviendo mis pasos hasta Annie.

La mano de Manuel me agarró el hombro regresandome a su lado a punta de empujones. Me lo saqué de encima pero él se adelantó.

—¡Todavía no!—ladró antes de buscar a Annie con los ojos—: Annie, ¿Me escuchas?

No obtuvo respuesta, ella seguía de rodillas en esta mierda, quien sabe lo que esté pasando por su cabeza ahorita y el muy cabron quería seguirla manteniendo aquí.

Manuel se puso ansioso y prendió el micrófono.

—Jerry, me avisas si escuchas algo—me miró de nuevo mientras me seguía impidiendo el paso—: Algo no me cuadra.

Me crucé de brazos.

—¿Sigues con dudas?—esto era el colmo—: ¡Claro que fue aquí!

Él sacudió la cabeza.

—No dudo de eso, pero hay edificios más cerca. Hay casas Andrew, estamos hablando de una niña, de una criatura de aproximadamente 5 a 7 años,—comenzó a explicar—: ¿Qué hacen los niños? Llorar, quejarse.. ¡Gritar!—exasperó—: Tuvo que haber un tiempo en el que no se callara... ¿Y que ningún vecino haya escuchado nada?

Tenía razón pero no sé la iba a decir, seguir bajo este techo no hacía que me sintiera mejor. ¿Aliviado porque ellos estaban avanzando? No.

—¡Annie, grita!

Me tensé.

—¿Te volviste loco?—lo empujé de los hombros. Me ignoró.

—¡Annie, si alguna parte de ti me escucha quiero que grites!—ladró más fuerte—: ¡Ahora!

En segundos, el silencio que habitaba en el lugar fué sustituido por un fuerte grito por parte de ella. Yo, que desde niño no lo tolero me llevé las manos a los oídos, Manuel arrugó la frente y su equipo no estaba muy lejos. Todos habían escuchado la orden de su jefe, pero no sé esperaban la magnitud de los pulmones de la otra.

Al callarse, Green prendió el micrófono.

—¿Escuchaste algo?—levantó la mano hacia mí cuando me notó la intención de irme.

Los pájaros,—su jefe casi sonrió—: De un momento a otro, todos los pájaros del techo salieron volando pero nada mas.—sonó como si se abriera una puerta—: Ojalá no me hayan cagado la camioneta.

Manuel miró al equipo que tenía alrededor y dió un aplauso que retumbó en las paredes.

—¡Quiero que rasguen todas estás paredes!—ordenó.

El primero en tomar iniciativa es él, se aprovechó de una grieta para con una patada terminar de abrirla. Empecé a toser por todos el polvo que corrió por todo el lugar.

—¡Malditos gusanos!—gruño sacando con sus manos una especie de esponja del hueco que había hecho—: ¡Esto es un aislante!

—¡Oficial Green, aquí hay más!—nos volteamos hacía atrás, viendo los trozos.

—¡Por aquí también!—gritó el que estaba casi por las escaleras.

Manuel, ya frustrado. Lanzó la espuma al suelo y resopló como un animal encerrado. No había que ser un genio para saber que los que estaban aquí sabían que este era el sitio perfecto, pagaría por saber que tanto se le está pasando por la mente del oficial.

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora