CAPITULO 61

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Annie.

Había un cosquilleo que me recorría por los brazos cada vez que lo tenía cerca. Siento frío pero no es necesario de la chaqueta, se me pone la piel de gallina y no es por miedo.

Él me levanta como sino pesara nada, capaz y sea así.

La manera en la que su confianza hacía mi ha crecido sólo genera que mi cariño hacia él crezca, Andrew me hace sentir como si tuviera un hogar, un lugar a donde regresar cuando todo está mal. Nunca voy a olvidar cuando me perdí y cuando creí que ya me iban a dar por olvidada, lo ví corriendo para encontrarme.

En mi día me hace sentir querida, me hace sentir que merezco algo. Su regalo es algo que se va a quedar conmigo para siempre. Algo que me va a hacer recordar al rubio que tengo enfrente, a aquellos ojos verdes tan profundos como mi agradecimiento.

—¿Qué tanto piensas?—preguntó cuando se dejó caer en el sofá conmigo encima. Apoyó la espalda en el respaldo mientras acomodaba las piernas a sus costados.

Negué con una leve sonrisa.

—Me duele la espalda—reí, el plástico que cubría las alas era incómodo.

Sonrió de costado.

—Eso se quita en un rato,—dejó caer sus manos en mis rodillas—: Ahora te toca la crema.

—¿Para que?

—Para que se cicatrice mejor.

No puedo decir que no me dolió, aquella sensación de distintas agujas pinchandome la espalda no la voy a olvidar nunca. No sabía cómo se vería una vez curado, ¿Se notarán aquellas marcas en mi piel, o no? ¿Estará ya sellado?

Miré a la barra de la cocina donde descansaban aquellas galletas que el rubio había hecho para mí está mañana. Me levanté y fuí a buscarlas, dejando bajo la mirada verde curiosa aquel plato con el que fué de los mejores regalos que me han hecho.

Estaba en su teléfono cuando regresé.

Volví a colocarme en sus piernas como estaba, no me frenó, es más colocó el teléfono a un lado para hacerme espacio. Más que feliz comencé a comer una mientras le tendía una con la otra mano. Él en vez de tomarla para comérsela por si solo la mordió mientras yo la sostenía.

Me sonrojé sin borrar la sonrisa.

—¿Quieres hacer algo?—preguntó mientras se llevaba el puño a la boca, cubriendo que había hablado con la boca llena.

—¿Cómo que?

—Es tu cumpleaños, Annie.—tomó mi muñeca y mordió la galleta de la que él había comido—: Si tienes antojo de ir a la pizzería que está casi en Brooklyn, haré lo que sea para traerla.

Reí antes de fruncir el seño.

—No se que tan lejos es, pero no hace falta.—tomé el atrevimiento de acercarme y rodearlo por los hombros para abrazarlo.

Él, con temor de tomar mi espalda presionó sus manos en mis muslos. Escondiendo su rostro en mi cuello, mi piel se erizó cuando las caricias que hacía con su nariz más el roce de sus labios en mi cuello sensible hicieron contacto.

Tenía miedo de que lo empezaba a crecer en mi interior hacía él. Temía acostumbrarme tanto a su presencia y que la vida me jugara una pasada de quitarmelo. No era mío, pero Andrew se había vuelto mi lugar seguro.

—¿Quieres jugar a un juego sencillo?—preguntó dejando un último beso en el cuello antes de alejarse para verme—: Sin presiones, sólo responder si o no.

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora