CAPITULO 65

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Manuel.

—New York es muy fácil—suelta Jerry tras frotarse la sien con una mano.

—¿Por qué lo dices?

Llevábamos más de cinco horas encerrados en la misma sala que tenía el caso de Annie abierto. Era sorprendente que a pesar de tener tan poca evidencia, el jefe no me hubiera mandado a cerrarlo. Cada vez llegan más mapas, más retazos de periódico escaneado.

Había más café en mi sistema que sangre.

—Jefe, por cada esquina hay estrategias, trampas.—alza los hombros como sino fuera importante—: Se han visto casos hasta que gente entrando por helicóptero.

Se ríe y mira a los demás para ver si le siguen el juego, pero no. Por primera vez en el día sentí mis ojos abrirse con sorpresa, cayendo en cuenta de algo que había pasado por alto.

—¿Cuántas formas hay de entrar?

—Uy,—exclamó Jerry—: Barco, avión, helicóptero, no me sorprendería que hasta por los subterráneo haya alguna vía de..

—¿¡Y por qué solo nos hemos centrado en los vuelos!?—grité, sintiéndome un estúpido. Me puse de pie para dar vueltas por la habitación.

—Oficial Green,—habló Christina—: No podíamos obviar tampoco los vuelos, y los resultados..

—Los resultados sólo nos dieron más de trescientos sospechosos, que estoy seguro que la mayoría no tiene nada que ver en nada,—me llevé la mano a la cien—: Bien, repasemos.

—¿Qué cosa?—preguntó impaciente Jerry desde el escritorio, encendí la pantalla gigante.

—¡Desde cero!

Así estuvimos, revisando todo el caso de Annie que cada vez tenía más y más papeles. Quería esconder lo más posible la cara de frustración, se han visto casos de policías qué por pensar y concentrarse tanto en un mismo crimen terminan visitando el psicólogo más de una vez por semana. Normalmente es por dos razones.

1, no dejas de pensar en el porqué.
2, no lo pudiste atrapar.

No quiero ser ninguno de esos, no quiero dejar que este sea mi último caso. Quiero seguir, quiero casos más grandes, quiero que cuando tenga un hijo pueda decir en el colegio que su papá es uno de los mejores policías de la cuidad.

Apreté la hoja en mis manos sin darme cuenta. Respiré hondo y me enderecé.

—Australia y New York,—hablé haciendo que alzaran la vista—: Motivos supuestos ya los tenemos, no querían que la encontrarán.

—¿Seguimos con lo de que es más de uno?—Jerry alzó una ceja.

—Si, un trabajo así nadie lo hace solo.

En la misma pantalla hice que apareciera el mapa, había una masa inmensa de agua entre medio de un montón de puntos que habíamos trazado con las vías aéreas.

—Creemos una nueva hipótesis.

—¿Nueva?

—Si,—aseguré y me voltee—: Supongamos, estoy solo y tengo una niña que no deja llorar en mis manos porque la saqué de clases y no la llevé con su madre.—pensé en voz alta, todos me estaban prestando atención—: ¿Qué hiciera?

—Buscar a alguien de confianza.—asentí hacia Christina.

—Correcto,—me seque las palmas con el pantalón—: Solo y con miedo, voy a necesitar de alguien que me ayude mientras decido que hacer. Tanto conmigo como con ella.

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