CAPÍTULO 43

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Annie.

Miraba el techo buscando respuestas, o buscando calmarme. Una cosa era que sólo tuviera sensaciones otra muy diferente era ver qué el sitio en el que estaba era un cochinero. Me daban ganas de vomitar solo el hecho de pensar que por ahí me estaban arrastrando.

Sin dudarlo, me volví a dar asco.

Tanto tiempo y no vine a intentar escapar sino hasta el final. Aquella ráfaga de viento que entraba por la ventana mientras iba al baño no la había sentido antes. Creí que eran alucinaciones mías por tener la piel fría, pero no. Había dejado una ventana abierta por la noche.

Sabía que me esperaban afuera, siempre escuchaba el tintinar de las llaves, el aliento pesado que olía horrible y aquellas fuertes pisadas.

La venda en los ojos solo aumentaba más mis otros sentidos, haciendo que cuando aquellos pasos se alejaron corri hacia donde provenía el viento. Sin ser consciente que estaba en planta alta me lancé, caí y rodee sobre unos arbustos. Poco después, con el corazón a millón mis piernas se movieron porqué, literalmente, mi vida dependía de ello.

Estar allá había hecho de muchos recuerdos pasarán como una ola en mi consciencia. Algunos otros seguían en gris, al igual que el techo en estos momentos. La tenue iluminación volvía la habitación mucho más tétrica, después todo Andrew era fan de los colores oscuros.

Justo al acordarme de él, escuché algo romperse a lo lejos. En la sala.

Bajé mis pies para que tocaran la alfombra pero la tela en ellos me lo impidió, me saqué las medias sabiendo que ya estaban sucias. Caminé descalza por piso hasta recuperar mis piernas por completo, sin que quedara rastro del adormecimiento que traían.

Al salir y aproximarme a las escaleras, no di muchos pasos antes que el rubio de diera cuenta.

—¿Descansaste?—no sabía cuánto había dormido, lo último que recuerdo es la patrulla.

Asentí para dejarlo tranquilo.

—¿Y tú?—me miró con asombró pero se encogió de hombros segundos después.

—No quiero dormir ahora.

Bajó su vista a su vaso y lo meneó, revolviendo el líquido dorado que había en él. Se mantuvo entretenido ahí mientras que iba hacía la cocina, no hacía falta que entrara por completo para ver los vidrios rotos.

—Cuidado te cortas—lo escuché a lo lejos, se había sentado en el sofá.

Pasando por un lado abrí la nevera y tomé uno de los tantos envases de plástico con fruta que había pedido aquella vez. Lo dejé en la encimera, mirándolo con deseen, tenía hambre, no tanta pero si la tenía. Sin embargo está se me fué cuando alcé la vista y encontré aquellos ojos verdes fijos en mi.

—Ven.—su voz se escuchaba ronca.

Agarré de nuevo el envase entre mis manos y me senté a su lado. Estando más cerca detecté ese olor que hizo que se me pusiera la piel de gallina. Lo miré de reojo, intentando ver de dónde provenía.

Todo se concentró más en la botella que acababa de dejar en la mesa frente a nosotros.

—¿Cómo te sientes?—preguntó dejando caer su cabeza hacía atrás que mientras está descansaba en el respaldo del mueble, su manzana de Adán hizo su aparición. Resaltando más que nunca.

Uniendo mis labios en una fina línea, me lleve un trozo de fruta a la boca. Alcé los hombros.

—Sinceramente, —murmuré pero me escuchaba—: Asqueada.

Resopló—: Yo también.

Negué con la cabeza.

—No es lo mismo,—hablé un poco más fuerte—: Puedes sentir asco del lugar porque tiene mugre hasta en la más mínima esquina, por donde mires eso está asqueroso,—miré mi cena—: Pero ese no es el punto.—me incliné dejandolo casi igual que antes sobre la mesa—: A mí me da asco pensar en todo lo que me hicieron o me podrían haber hecho en un lugar así,—tregué grueso—: En que estaba allá, por años siendo un jueguete. Tratándome como un trapo, —sollocé—: ¡Una persona que no se podía defender!, ¡¿Qué hice de malo para que me golpearan tanto?!

Mi pecho se expandía buscando más aire, Andrew se había enderezado para tomarme de los hombros pero me alejé. No le fué suficiente porque siguió, ahora buscando mis manos.

—No..

—Annie, mírame—su voz seguía sonando diferente—: Te juro que yo no quería que fueras para allá, lamento cada una de las cosas que te paso. Cada una de ellas, —lágrimas rodaban por mis mejillas—: Lamento mucho que tuvieras que esperar tanto para salir corriendo de ahí.—con una de sus manos le bastaba para sostenerme ambas muñecas—: Gracias al cielo fué ese día.

Hice el intento por soltarme.

—Eh,—llevó su mano libre a mi mejilla, sentía la punta de sus dedos rozar mi cabello—: Yo nunca había pasado por esa calle hasta esa noche,—limpió mis lágrimas con su pulgar—: Y tú, nunca habías salido de ahí hasta esa noche.

De sólo pensar que me habrían podido encontrar de nuevo me hizo llorar como si jamás lo hubiese hecho. Andrew me soltó solamente para atraerme hacia él, logrando que mojara su pecho con el agua salada que mis ojos no dejaban de botar. Sus dedos en mi espalda me tranquilizaban, no estaba sola.

Me alejé de su pecho, lo suficiente para limpiar con mi mano la humedad que había dejado de él con mucha vergüenza. Al notarlo, bajó la vista y negó.

—No te preocupes, llora todo lo que quieras—sus ojos encontraron los míos y me ruborice. No siendo consciente de que en qué momento terminamos tan cerca.

Pensé en enderezarme, si lo llegaba a hacer caería sentada de nuevo sobre el sofá. No obstante, cuando su nariz rozó la mía creí que el alma se me cayó a los pies.

Mantenía los ojos abiertos a diferencia de él, buscando una reacción negativa de su parte pero no, ninguna. No hacía nada, sólo mover tiernamente una nariz contra la otra. Cuando a mi vista quedaron aquellas pupilas que ahora sólo tenían un rastro de verde, me sonrojé.

Su vista cayó en mi boca, durando sólo unos segundos ahí antes que un teléfono sonara. Haciéndome alejar de él en cuestión de segundos.

Andrew, con un ligero color en las mejillas se levantó momentos después para ir a la mesa del comedor donde estaba su teléfono.

—¿Qué necesi...?—se cortó llevándose una mano a la otra oreja—: Más despacio, Green no te entendí nada.

Sus pies se movieron distraídamente por el comedor hasta que cayeron en mí con más intensidad de la necesaria. Parecía asustado, asombrado.

—¿Ahora?—su voz volvió a ponerse más grave—: Vamos saliendo.

Yo, que seguía sin entender mientras me secaba el rastro de lágrimas, observé como el rubio recogía sus cosas y las dejaba en el comedor. Antes de indicarme con la mirada que lo siguiera cuando ya estaba en el tope de las escaleras.

Me apresuré y lo seguí, a lo que llegué a la habitación ya tenía un jean parecido al de esta tarde.

—¿Qué pasó?—la vergüenza me invadió de nuevo al oír mi voz rasposa. 

—Manuel llamo, es importante.

Se cubrió el torso con un polo color negro, abriendo el closet rápidamente en busca de unas deportivas. Con muchas dudas todavía, tomé la misma chaqueta que él me había prestado para salir.

—¿Vamos?—asintió dejando en la cama un par de medias nuevas para mí—: ¿A dónde?

—A la comisaría,—se acercó a la puerta, dándome la espalda unos segundos antes de voltearse—: Encontraron algo.

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Capaz mañana mismo subo el que sigue, ¡La ansiedad me mata!

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora