CAPÍTULO 30

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Annie.

Al despertar estaba sola, la tela fría en el espacio a mi lado lo delataba. Me incorporé y al alzar la vista pude ver a Andrew caminando en medias por todo el piso con los zapatos en mano.

Sabía que él se dió cuenta que me desperté, pero no me miraba. Tampoco me hablaba y no se porqué, tuve la repentina necesidad de decir algo.

—Me dijeron que daba miedo—no directamente a mi, pero lo escuché. Escuchaba más de lo que quería, era como si mi mente nunca dejará de procesar todo a mi alrededor. Después de ese y otros comentarios deseé con todas mis fuerzas unos tapones.

Comenté reposando mis brazos en el espaldar del sofá, haciendo que la sabana que no sabía que traía en la espalda; cayera en mis rodillas. Llevé mi mano hacia ella, la tela hacia cosquillas en mis dedos, pero no tanto como aquella sensación de incomodidad.

—¿Por qué?—preguntó después de un rato, cuando mis ojos cayeron en él, no me estaba mirando. Parecía estar concentrado en lo que fuese que estaba haciendo en la cocina.

No podía ver a detalle desde aquí, ni enderezándome.

—Por las cicatrices— «¿Qué habrá pensado él cuando las vió?» No es algo que pueda tapar a menos que sea con tela. Sabía que eran terribles, cubrían gran parte de mi cuerpo. Soy consciente de que dan asco, pero ¿Miedo?

Quizás eso sentía, tenía miedo de que haya ocurrido algo y que por eso no me quiera ver cuando ayer parecía todo lo contrario, quisiera saber que hice mal.

—Annie eres una niña muy linda, esas marcas se borraran en algún momento pero.. —alzó la vista, pero no hacía mi—: Muestran algo.

—¿Qué?—pregunté de inmediato, le parecía linda.

Escuché como dejó unos vasos en la barra de desayuno, apoyando sus codos en ella para mirarme.

—Lo valiente que eres a tu corta edad,—respondió sin titubear, me quedé viendo sus ojos en busca de duda, de inseguridad pero no, de verdad lo pensaba. Asintió—: Si tienes hambre todo lo que está aquí lo puedes agarrar, ya sabes como prender el televisor, conoces donde están las habitaciones y el baño,—explicaba mientras salía de la cocina y se sentaba en una de las sillas altas frente a la barra, a unos metros de mi—: Me voy a trabajar, regreso en unas horas, ¿Está bien?

«¡No! Por favor…»

Asentí con la cabeza antes de apretar la sabana entre mis dedos, no podía decirle que se quedara tampoco estaba en planes confesarle que me aferraba que se fuera y que no volviera. Él lo haría, dijo en unas horas.

Cuando terminó de ponerse sus zapa tomó su teléfono, por el ruido supe que las llaves también estaban en sus manos, le sumó unas carpetas y dándome una última mirada salió por la puerta principal dejándome en éste piso totalmente sola.

El ventanal a mis espaldas dejaba entrar toda la luz del día, no sabía que horas eran pero no vi necesario quedarme despierta cuando no tenía nada que hacer, el hambre no hizo presencia, mucho menos mis ganas de estar sola así que lo más sensato que vino hacía mi fue acostarme de nuevo en donde había despertado. El techo iluminado por el sol que entraba lo ponía hermoso, por pura inconsciencia estiré la mano, estaba tan lejos de mi. Me pregunté cuantas baldosas hacían falta para cubrir todo el techo, las conté hasta que sentí como unas se me iban mezclando con otras.

Perdí la cuenta cuando mis ojos se cerraron y no se abrieron hasta qué unos golpes en la puerta me alarmaron. Quise pensar que sólo fué en mi cabeza, que mi mente los había imaginado para que me levantara, estaba casi convencida hasta que los volví a escuchar.

Tragué grueso sin querer hacer ruido, me senté sobre los cojines abrazando mis rodillas mientras miraba a mi costado, la luz del sol había bajado considerablemente desde la última vez que la vi, ya era necesario prender las luces pero no me iba a mover.

La madera de la puerta era golpeada fuertemente a puño cerrado cada vez más constante, haciéndome temblar. Cerré los ojos con fuerza porqué quien sea que estuviera del otro lado sabía quien estaba adentro.

«¡Vuelve aquí, Mal nacida!»

No, no...

«De aquí no te vas a ir, ¿Lo entiendes? Nadie te está buscando»

Basta.

«¡Eres un caso perdido!»

Sólo bastó un golpe más para que me lanzara a correr escaleras arriba, mis jadeos por la falta de actividad física no tardaron en venir cuando llegué hacía uno de los cuartos cerrando la puerta a mis espaldas tan rápido como pude antes de encerrarme en el baño de la habitación.

Mi mano fué hacía mi pecho tratando de recuperar aire, la ansiedad en mi interior estaba creciendo y la tenía que controlar, si me desmayaba me iban a sacar de aquí y no, aquí estaba bien. Quiero estar bien aquí.

Apoyé la espalda en los azulejos y me dejé caer hasta que el frío del piso me atajó. Abracé mis rodillas de nuevo, cerrando los ojos cómo hice millones de veces antes de pedir, pedir a quien sea que escuchará mis murmullos, mis susurros que decían que está vez no me quería ir.

Me quería quedar.

Apreté los párpados, intentando pensar en algo bonito. Algo que me alejara del hueco de la ansiedad. No sabía que estaba llorando hasta que agua salada cayó sobre mis labios, llevando mis palmas a mis mejillas me las saqué y me concentré.

Casi quise llorar de nuevo al no encontrar nada. En mi mente, sólo había gris, un único y vacío color rodeado de voces, de uno que otro borrón de luces. Estuve a segundos de tirar la toalla hasta que apareció el rostro de Andrew. Aquellos ojos verdes angustiados que me habían visto en el callejón cuando mis piernas no daban para más, aquellos brazos que me llevaron hasta el techo donde estoy. Aquella voz que me había dicho linda hace unas horas.

Andrew parecía ser mi recuerdo bonito, no sabia si estaba bien que lo fuese pero tampoco lo llegué a sentir como algo malo. ¿Por qué algo que te haga feliz tiene que ser malo? Si te saca una sonrisa es todo lo contrario y sí, intente sonreír.

Hasta que escuché ruido en el piso de abajo.

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora