CAPITULO 64

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Annie.

Desde que me desperté, una tranquilidad extraña me invadió. Todavía adormecida mire a mi costado y por la ventana entraba un poco de claridad, sonreí porque lo único que escuchaba era mi respiración. Me di el tiempo de sentarme en la cama con la sabana a las rodillas.

No paso mucho cuando escuché ruido abajo, con pensar en el rubio mis pies picaron con querer ir rápido a la cocina.

Me recibió con el desayuno listo y, con un beso en la frente me comentó que luego me iba a dejar unas perchas, al principio no entendí, hasta que me dijo que era mejor para no tener la ropa como si fuera un costal de verduras.

Me reí, pero a él no le hizo gracia.

Las bolsas seguían a un costado de mi cama, y la verdad pensaba dejarlas ahí. No mucho después de que Andrew dejará de comer, subió y me dejó terminar. Estaba dando el último sorbo de agua con las vitaminas cuando escuché que me llamó por la parte de arriba.

Estuvimos un rato en su habitación sacando perchas de entre su ropa, intenté que no dejará sin colgar la suya por darme a mi el espacio. Cuando ya crei tener suficientes las tome y camine a la habitación donde estaba durmiendo. Por más que ya yo traía más de una docena, Andrew se apareció con unas tantas más.

—Por si acaso.—se excuso sentándose en el borde de la cama para sacar las prendas de la bolsa.

Decidimos que era mejor dejarlas encima de la colcha y nosotros sentarnos en el piso. Así fué, pero no estuvimos mucho tiempo juntos haciendo eso porque su teléfono sonó. Me daba cuenta como le molestaba que le estuvieran llamando, la forma en que su entrecejo se contraía lo confirmaba.

—Viene Manuel,—comentó antes de aproximarse a la puerta—: Dice que quiere hablar contigo,—metió las manos en sus bolsillos—: A solas.

Me detuve.

—¿Por qué?

—No lo sé,—miró distraído a la ropa que faltaba—: ¿Quieres bajar o prefieres que sea aquí arriba?

Sinceramente aquí me sentía mejor. 

—Si a él no le molesta subir.—murmuré algo incómoda. Mis últimas charlas con el oficial no terminaron bien, y la del cumpleaños de Andrew no cuenta.—¿Puedo pedirte algo?

Alcé la vista de lo que tenía en mano y lo ví, sus cejas alzadas al mismo tiempo que asentía con la cabeza.

—Lo que quieras.—el tono de seguridad con el que lo dijo me hizo sentir bien. 

—¿Puedes quedarte mientras habla conmigo?—ya empezaba a sonar tímida—: O detrás de la puerta o..

Me interrumpió su teléfono, empezando a sonar de nuevo en su mano. Miró la pantalla y se dirigió a la puerta, pensé que Manuel había llegado. No me equivoqué, a los segundos un par de voces conocidas inundaron el pasillo.

Me estaba retardando aproposito, las ansias por saber el que dirán me dejarían sin algo que hacer para poder evadir los temas. Del policía nunca se sabe. Suspiré al escuchar el primer toque en la puerta, Manuel quien cargaba su uniforme puesto movió la cabeza en señal de saludo hacia mi.

—Supe que pasaste un buen cumpleaños,—escaneo un poco la habitación, yo seguía en el suelo—: Felicidades.

—Gracias.

Miré algo inquieta el como Andrew permanecía a sus espaldas. Sin embargo, cuando Manuel hizo el ademán de cerrar el rubio se interpuso, caminando hasta el pequeño sillón individual en una esquina de la habitación.

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora