CAPITULO 88

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Andrew.

Si a alguien se le ocurría buscar en el diccionario, el significado de catastrófico. Apareceria un resumen de mis últimas 12 horas.

La compra de la navaja solo me dejó la mente lo suficientemente abierta para buscar tutoriales o manuales de como usarla. Una navaja no parecía tener mucha ciencia, sin embargo no me iba a arriesgar. Las bolsas bajo mis ojos me lo agradecerán por tener un arma cerca si aprendo a defenderme.

La mañana apenas comenzaba, pero la poca tranquilidad que me quedaba se esfumó al apenas entrar al apartamento y escuchar quejidos de dolor.

El alma me llegó al piso pensando que fue lo que hice mal, que fue lo que deje abierto que hizo que alguien entrara y la hiciera daño. En mi mente pasaron mil y un escenas de las maneras poco efectivas en las que podía probar por primera vez aquella compra de hace unas horas. Mis piernas tomaron vida propia al momento subir y azotar la puerta de mi habitación. Un nudo se formó en mi garganta al ver a Annie retorcerse de dolor en la cama.

—¡Annie, ¿Que paso?!—me acerqué a la cama, quitándole las cobijas de encima. Estaba hecha un ovillo.

—Duele.. —lloraba, abrazándose así misma.

—¿Entró alguien?, —la intenté poner boca arriba, no me lo permitió —: ¿Te hicieron algo?

—¡Andrew, me duele!

—¿¡Que coño te duele?!—el grito me desgarró la garganta.

Nunca fui bueno manteniendo el pánico. Los ataques y crisis por ello vinieron constantemente mientras crecía. Pero lo que ví, al ponerme del otro lado de la cama en busca de alguna señal de rasguño; me paralizó por un momento.

Sangre.

Había sangre en sus pants de dormir.

—Annie..—la voz me sonaba extrangulada, por la forma en la que tenía apretados los ojos. Dudaba en su totalidad que se hubiera dado cuenta.—: Annie necesito que intentes tranquilizarte.

La forma en la que se abrazaba en si misma en posición fetal me hizo sentir inútil.

Inútil en todos los sentidos.

—Andrew me duele..—soltó un pequeño gemido—: No se que me pasa..

«Joder»

—Primero, no te asustes, mírame primero.—me dejó ver sus pupilas al segundo, revelando el rojizo de sus ojos por tanto llorar.—: ¿No tienes ningún rasguño, cierto?

Negó con la cabeza, haciéndome confirmar más lo que creía. A pesar de su dolor, me hizo respirar un tanto más tranquilo.

—Es normal..

—¡¿Cómo va a ser normal?!

—Lo es preciosa, te lo juro..—me acerqué lo suficiente hasta dejar mis rodillas apoyadas en la cama mientras me aproximaba lo suficiente para besarle la frente.—: Te voy a decir algo, pero prometeme que no te vas a asustar.

Era imposible que no lo hiciera.

Los ataques de ansiedad de Annie habían disminuido una totalidad bastante grande. Seguía sin ser participe de los sitios con mucha gente, de los espacios cerrados, de las presentaciones con desconocidos, inclusos de los ruidos. Pero ha logrado salir sin escaparse, ha logrado estar frente a más personas que no conoce solo porque está con conocidos que sabe que la van a cuidar.

Quería que eso pasara justo ahora, que no se asustara porque estaba conmigo. Sin embargo, había un detalle con el que nunca hemos tenido contacto común desde sus avances: Heridas, golpes, magulladuras, sangre..

ANNIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora