Capítulo XXII: Venganza

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Max obedeció sin chistar, abriendo con cuidado aquella caja de madera y exponiendo su contenido a la luz de la luna

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Max obedeció sin chistar, abriendo con cuidado aquella caja de madera y exponiendo su contenido a la luz de la luna. Alexa sin comprender que era lo que traía se acercó temerosa, pues no habla conseguido doblegarme o lograr que me disculpara.

Bastó un vistazo para que todo color en su cara desapareciera. Podía comprenderlo, la imagen que le regalaba era de película. Sus manos empezaron a temblar, así como sus pies fueron retrocediendo y las arcadas venían en camino.

Todo alimento que llegó a comer salió desbordado por su boca, ensuciando el pasto e inundando de un aroma fétido el lugar. Solo me miraba desde lejos, estaba asustada. El sudor frío que descendía por su frente lo podía apreciar aún con tan poca luz, sus piernas flaqueaban y su mirada me permitía observar lo que buscaba.

Ira, miedo, angustia, resentimiento.

Necesitaba agregarle más emoción a la situación. Aprovecharía el aturdimiento de Alexa para hacerla sufrir lentamente. Así que le arrebaté la caja de las manos a Max y caminé a paso firme donde estaba la asquerosa perra roja.

— ¿Por qué te alejas Alexa? —le pregunté luego de que cayera al piso— Tu madre moría por reunirse contigo.

Me senté de cuclillas mientras volvía a abrir aquel artefacto y sacaba de él un corazón. Alexa me miraba aterrada, cuestionando mi siguiente acción. Lo miré, apreciando como escurría la sangre por mi mano y ensuciaba su camisa.

— ¡Eres un demonio! —me maldijo en voz alta mientras se arrastraba lejos de mí.

Si supieras lo que pienso hacer contigo.

Me reí a carcajadas mientras sostenía el corazón y tiraba aquella caja lejos, exhibiendo el par de manos pálidas extras que resguardaba. La situación ameritaba mi locura, yo solo quería venganza y que sufriera multiplicado con creces todo lo que había cometido.

— ¿Escuchó cómo me llamó señora? —le pregunté al corazón, fingiendo inocencia y sacando lágrimas de terror al rostro de Alexa— Me acusa despectiva aun cuando cometió tantos pecados —abracé aquel órgano con fuerza, clavando uñas y rasgado todo tejido. — Es una lástima que usted ya no pueda corregirla.

Añadido esto lo que quedaba de aquel órgano quedó hecho papilla, derramando toda la sangre encima de mí y de Alexa.

— ¡Mierda, la maté!

Sin pensarlo comencé a reír, tan ruidoso y exagerado, aumentando la tensión del ambiente. Max sólo se acercó para pedirme permiso y limpiar toda mi piel expuesta a la sangre, pues era poco saludable quedarse así según sus palabras.

Alexa a comparación nuestra seguía tirada en el piso estupefacta. Ya no lloraba, no gritaba, sólo me observaba. Una mirada perdida, una mirada resentida, una mirada que refleja cuán destrozada la había dejado. Con sus piernas flaqueando se levantó luego de varios minutos y continuó vomitando.

AmeliaWhere stories live. Discover now