Capítulo IX: Culpa

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Sin percatarme de lo que me rodeaba terminé llegando a un parque, pequeño y escondido dentro de la zona departamental, y por ende algo solitario

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Sin percatarme de lo que me rodeaba terminé llegando a un parque, pequeño y escondido dentro de la zona departamental, y por ende algo solitario. Y eso estaba bien, necesitaba estar sola.

Busqué con la mirada la sombra de un árbol, a pesar de que me gustaba estar rodeada de paz y naturaleza cuando el caos me envolvía, el sol seguía siendo mi enemigo. Pronto di con una banca de concreto, alejada de todo y cubierta por la sombra de un frondoso árbol. Dejé mi mochila en el piso despreocupada y me recosté un momento apreciando los finos rayos de luz que se colaban entre las hojas.

—Es la primera vez que me siento así. — afirmé a la nada — ¿Será la edad? — me cuestioné preocupada y haciendo cuentas. Mi hijo me decapitó luego de celebrar una fiesta por mi cumpleaños número treinta y cuatro, y ahora vivía dentro del cuerpo de una adolescente — ¿Serán las hormonas?

Suspiré sin dar con alguna respuesta que no fuera "Te has doblegado", y si, era cierto. Antes no tenía nada y actuaba sin temores, ahora... la vida me había brindado nuevas experiencias y oportunidades.

Estiré mi mano para tapar el sol, imaginando que así podía acercarme al cielo y responder a todas mis dudas, pero eso jamás sucedería, era una pecadora. De repente el sonido de mi teléfono me devolvió a la realidad, me giré y saqué de aquella vieja mochila el celular. Era un mensaje entrante de Jennifer.

—No quiero leer —. Dije en voz alta para luego llamar a mi madre, esperé y cuando dio al tercer tonó me respondió.

—¿Camila? ¿Dónde estás? — preguntó al instante, un poco desconcertada pero igual preocupa, era perceptible en su voz.

—Hola, mamá — la saludé con una sonrisa sincera dibujada en mi rostro. Hablar con ella me hacía un bien descomunal.

— Hija, ¿Estás bien? Llamaron de la escuela y...

— Estoy bien. — rectifiqué de inmediato — Solo fue un día un poco... — gratificante, pero me ahorré ello. No quería espantarla, no quería que viera a su hija con ojos de asesina, no a mí. Suspiré y respondí al cabo de unos minutos — Un poco de locos.

No hubo respuesta al instante, desconocía el tipo de expresión que habría en su cara, la información que le fue transmitida por parte del instituto o la opinión que tenía al respecto. Pero aun con ese silencio en la línea, no me sentía intranquila.

— Sabes hija, está bien no estar bien. — algo que me sorprendía de Jennifer, aquella prostituta, era que siempre le daba confort a mi corazón. No me sentía vacía como antes.

— Supongo... — le respondí mientras quitaba de mi cabello un par de hojas que cayeron.

— Lo que sucedió hoy fue fatal, lo sé. Soy consciente de que aquellos muchachos que le hicieron esa monstruosidad a la profesora son los mismos que te acosaban. Y por eso no estás bien. — abrí un poco mi boca en automático al conocer ello, preguntándome cuánto sabía del infierno que vivía Camila, aun luchando con todo tipo de demonios en su trabajo.

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