Capítulo XII: Muerte

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Luego de que las luces se apagaran por unos minutos y el sonido de los truenos me acompañaran salí del pequeño baño que tenía la recamara y me pasee desnuda buscando mi ropa, ignorando lo lúgubre y silenciosa que estaba la habitación

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Luego de que las luces se apagaran por unos minutos y el sonido de los truenos me acompañaran salí del pequeño baño que tenía la recamara y me pasee desnuda buscando mi ropa, ignorando lo lúgubre y silenciosa que estaba la habitación. Empezaba a vestirme cuando regresó la luz y me percaté de la ausencia del cadáver de Johan.

La cama estaba sola, las esposas parecían forzadas y las sabanas seguían manchas de sangre. Me parecía imposible sacar de ahí un cadáver y romper las esposas en cuestión de minutos sin hacer ruido, dudaba que un profesional pudiera y todo esto sin dejar algún rastro. Y fue por este mismo motivo que me terminé de vestir lo más apresurada y salí corriendo del lugar, pues las palabras La muerte te abraza comenzaban a sonar más y más fuerte dentro de mi cabeza.

Era seguro que me enfermaría, que me caería yendo de una punta a otra y que se podía descomponer mi teléfono celular por exponerme de esta forma a una tormenta, pero rememorando todo un pavor se apoderaba de mis huesos. De repente la sangre ya no se me hacía sucia, sino asquerosa; el arrullo de las gotas azotando el suelo no era más una compañía sino una sentencia y lo único que podía liberarme de este sentimiento era un llanto maquillado por la lluvia.

Esa noche no pude dormir, ni mucho menos hablar.

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El fin de semana no fui a trabajar, preferí tomarme ese par de días para recomponerme, aunque tampoco fue muy efectivo. Mi madre parecía bastante preocupada por mi actitud, y lo comprendía, ¿pero ¿cómo le podía explicar lo que pasaba? ¿Acaso iba a confesarle que no era la verdadera Camila y que había asesinado ya a varias personas? Además del hecho de la desaparición de sus restos.

No fue hasta la tarde que recibí una video llamada por parte de Johana que olvidé el incidente. Había invitado a Clementina a mi casa después de que Jennifer se fuera a trabajar, no quería estar sola y mucho menos dejarla indefensa.

—¡Hola chicas! — saludó alegre Johana por vernos, ya mero se cumpliría una semana desde su ausencia.

Clementina respondió al instante, su mirada brilló y todo se volvió cálido. Había de admitir que la facilidad de contactar a alguien y verlo a través de un dispositivo cómo lo era el teléfono celular alivianaba muchas emociones. Era de las pocas cosas que en agradaba de vivir en el siglo XXI, la tecnología.

Pasaron un par de horas dónde discutimos la forma menos violenta y sospechosa para sacar de su casa a la madre de Alexa, así como la solvencia de los gastos y las nuevas noticias que había sobre el instituto. Pronto el tema cambió y reíamos hablando sobre una fiesta para celebrar salir del instituto. Que todo esto era una mala pesadilla que debíamos afrontar antes de vivir nuevas experiencias.

—¿Has pensado en qué Universidad ingresarás, Camila? — me preguntó Clemen mientras servía un poco de té helado.

—¿Yo? — le respondí algo desconcertada, hace rato que había pasado a segundo plano y sólo era una espectadora.

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora