Capítulo II: Monte Molt

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Perdí la noción del tiempo siendo consolada en los brazos de mi nueva madre, El calor que emanaba su cuerpo, sus manos dando suaves masajes en mi espalda para relajarme y las palabras de afecto estaban surtiendo el efecto deseado por Jennifer

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Perdí la noción del tiempo siendo consolada en los brazos de mi nueva madre, El calor que emanaba su cuerpo, sus manos dando suaves masajes en mi espalda para relajarme y las palabras de afecto estaban surtiendo el efecto deseado por Jennifer. Me susurraba al oído que todo estaría bien, que regresé a casa viva y que ella podía hacerse cargo de la situación, refiriéndose a ella por su nombre y dejando de lado la palabra <mamá>. Aquella presión que sentía en mi pecho había desaparecido y todo el dolor que había albergado este cuerpo había sido exprimido gracias al apoyo e interés de Jennifer. Como pude me separé de su pecho y le pedí beber un poco de agua. Atenta, me pidió que no me moviera y traería lo necesario para la situación. Y al igual que Rosa, de uno de los cajones de la cocina sacó una caja blanca y regresó con ella junto al vaso de agua.

— Aquí tengo de todo para cubrir heridas. Primero empezaré con tus pies. — me dijo mientras sacaba cada frasco y caja señalándome su uso. Ungüento, des inflamatorio, desinfectante y analgésicos fueron las palabras que captaron rápido mi atención y guardé en mi memoria para próximas situaciones de riesgo. — Pensé que no volverías más a casa. — me reveló entre lágrimas mientras retiraba con cuidado las vendas y limpiaba los pequeños cortes con el desinfectante.

—Arde. — señalé con una mueca en el rostro, pero sin retirar mi pie de sus manos.

—Obvio que arde, tienes muchos cortes — me respondió con una sonrisa mientras me miraba. —. Ahora dile a Jennifer qué te pasó.

—Yo... — sentía demasiado raro que siguiera refiriéndose por su nombre como si fuéramos iguales cuando ella era mi madre y merecía más respeto. Así que había planeado hacerla feliz llamándole <mamá> cuando otro dolor arribó. — ¡Ah! Mi cabeza...

— ¿Qué pasa Camila? — preguntó alarmada por mi expresión llena de dolor. Quería responder, pero pronto más memorias de su hija se hacían presentes a través de mis ojos.

» Estaban ahí mismo, dentro del apartamento cuando Camila comenzó a atacar a su madre. Tenía la ropa sucia y una mirada llena de ira hacia su progenitora. En cambio, Jennifer solo esquivaba la mirada cargada de reproche y le pedía disculpas a su hija.

— ¡CÁLLATE! — le seguía diciendo con gritos Camila a su madre — Solo sabes pedir perdón, ¿Por qué no te defiendes? — seguía arremetiendo mientras tiraba todo a su paso y atacaba cada mueble dentro de la sala.

— Lo siento, hija. Lo siento, es mi culpa todo esto. — repetía en silencio, con un tono de decepción. Aunque no sabía si estaba decepcionada de su hija o de su labor como madre soltera.

— No me digas hija. No soy tu hija, me niego a ser la hija de una sucia prostituta. — continuó con palabras crueles para después tomar un vaso de vidrio y arrojarlo en dirección de su madre. — ¡Te Odio! No vuelvas a interrumpir nunca más en mi vida.

Ni siquiera volteó a ver si había dañado a quien le entregó la vida, cual cobarde se dio la vuelta y se encerró en su cuarto mientras gruñía para ella misma lo miserable que era su vida.»

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora