Capítulo V: Diego

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Ya las semanas empezaron a transcurrir con naturalidad y paz desde el incidente de la soda en mi cabeza, suceso que me impacienta dada la naturaleza de aquel demonio que representaba Alexa por su cabello flameante

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Ya las semanas empezaron a transcurrir con naturalidad y paz desde el incidente de la soda en mi cabeza, suceso que me impacienta dada la naturaleza de aquel demonio que representaba Alexa por su cabello flameante. He parado todos mis planes para derribar la autoridad de esta chica, hija del director y delincuente. Solo he podido dedicar mi tiempo a observar todo a mi alrededor detenidamente al igual que crear eventos que me acerquen a uno de mis asesinos.

Mi relación con Johana y Clementina ha mejorado, obviamente para tenerlas a mi favor y aprovechar toda oportunidad de atacar a su líder. Al principio se mostrabas reacias, defensivas y temerosas de mis capacidades, pero fueron cediendo inconscientemente por medio de mis palabras. Endulzaba sus oídos, jugaba con sus miedos y explotaba sus capacidades. Nunca estaba de más domesticar a tus nuevos lacayos. Aquellos sentimientos negativos que en algún momento me profesaron ahora estaban sobre la existencia de Alexa.

Ahora solo tenía un problema dentro de clases, un problema que lleva de nombre Diego.

Aquel chico que una vez aceleró el corazón de este cuerpo, ahora solo provocaba disgusto. En un principio no niego que su existencia fuera reconfortante, era el caballero que protegía a su dama, el héroe que aparecía cuando me atormentaban, pero también es el culpable de todo mi sufrimiento. Un extranjero que acaparó todas las miradas, amado al instante al igual que deseado por unas cuantas locas.

Sí, porque Alexa estaba profundamente enamorada de él y me odiaba el doble por ser su protegida.

Suspiré por la incomodidad que generaba tener clavada la mirada llena de rabia de la diabla, ya había sonado la chicharra para salir del instituto y Diego esperaba frente a mi butaca que terminase de guardar mis útiles y así acompañarme a la parada.

—He decidido que te acompañaré hasta la puerta de tu casa —. Me dijo cuándo acomodaba la mochila sobre mi hombro izquierdo. Terminé de ponérmela correctamente para responderle, era la tercera vez en lo que iba de la semana que decía ello.

—No —. Me negué en automático. Ni siquiera iba a sopesarlo, sentía que sería peligroso dejarle conocer mi dirección.

—Camila, por favor. — replicó con puchero a la vista, con otro intento de seducirme con miradas tiernas —Solo así me sentiré tranquilo. Entiende, no quiero dejarte sola.

Otra vez el cuento de su tranquilidad, su deber y cariño. Han sido solo unas semanas, pero tenerlo pegado cual sanguijuela chupando mi tiempo y salud mental me ha dejado mal. Bueno, cabreada, para ser exactos. Tallé mi ojo izquierdo como si tuviese una basura en el ojo y dejé fluir mis palabras llenas de sentimientos honestos.

—Yo estaría más tranquila sin ti alrededor. En serio, ¿O acaso no te das cuenta de lo que provocas? — le pregunté, en busca de una pista sobre su actitud, pero solo me dejó entender que era un completo estúpido —Vaya, en verdad no te das cuentas.

—Camila, ¿Qué te pasa? — me preguntó mientras tomaba mi mano y la acariciaba. No me había percatado de mi propia agitación. Estaba exaltada, nerviosa y decepcionada.

AmeliaWhere stories live. Discover now